Capitulo 5

186 29 2
                                    

Lucero tragó saliva de manera nerviosa al ver a la mujer que tenía adelante de ella. Claro que no va a negar lo linda que era, era más linda en persona que en aquellos encabezados y reportes, siempre la había visto en las noticias cuando tomaba la rienda de casos jurídicos y nunca imaginó que saldría con ella. Aún así las cuestiones en demasía no abandonaban su mente porque, ¿cómo es que su hija, de diecisiete años, conoce a Silvia? y, ¿por qué aceptó salir con ella? esas dos eran las principales preguntas que rondaban en su cabeza.

—Uh, pero qué dice.–rió nerviosa la castaña mayor.– Estoy gustosa de salir con usted pero no sé si esto sea una cita.

—Para mí lo será.–sonrió y entregó el ramo de rosas a Hogaza.– No sabía qué te gustaría así que te traje esto.

—No era necesario.–sonrió ampliamente y dejó que la fragancia de las rosas inundara sus narinas.– Son muy hermosas, gracias.

—¿Nos vamos?–Navarro alzó sus cejas y la castaña asintió.–Perfecto.

La mujer acercó su entrebrazo para que Hogaza se apoyara en ella para caminar hacia la salida y la castaña le dio una mirada confusa. La gente no paraba de observar la escena, la abogada Silvia estaba saliendo con alguien, no era de ignorar aquél hecho. Silvia pensaba en lo divina que era Lucero y Lucero pensaba en cómo es que se encontró en esa situación. Pensaba que saldría con un hijo de alguna amiga de su madre o incluso con un padre de un compañero de su hija. Se sentía confundida, aunque bueno, realmente no podía decir cómo se encontraba, no hallaba los adjetivos para describirlo.

—Bueno pero necesitaré que responda mis preguntas.–sonrió y colocó su brazo para entrelazarlo con el de Navarro.– Vamos.

Las mujeres salían del hotel sonriendo. En el automóvil de Navarro, ella y Hogaza emprendieron su viaje al salón en donde sería el nombramiento de Lucero. El viaje era silencioso, no incómodo, solamente era el sonido del cálido viento de primavera que removía los cabellos ondulados y rizados de las castañas.

—Bueno, le mencioné que quería hacerle varias preguntas...–Hogaza había roto el hielo.– ¿Cómo conoce a mi hija?

—Basta de formalidades, Lucero, me siento vieja si me hablas así.–rió levemente.– Conozco tanto a tu madre como a Rebeca, nada del otro mundo, tu madre es conocida entre mucha gente.

A Silvia no le gustaba decir mentiras así que en teoría no estaba diciendo ninguna, conocía a la adolescente y a la abuela de esta, lo que dijo no estaba tan alejado de los verdaderos hechos. Las familiares de Hogaza se limitaron a mencionarle sobre no hablar de la verdadera forma en que la conoció hasta después, podía entenderlo hasta cierto punto, sería inútil decirlo en ese momento; solo generaría algo negativo.

—Uhm... entiendo.–La castaña abultó sus labios.– Aún así me gustaría preguntarte si no te sentiste incómoda o presionada a venir, mi madre y mi hija son algo...–buscaba en su mente las palabras adecuadas.– pesadas y hasta podría decir que molestas.

—Nada de eso. Fueron muy atentas, me dieron un pequeño resumen sobre ti.–sonreía y vio la cara de confusión de Hogaza.– Sé que te gustan los chilaquiles verdes sin cebolla, que eres alguien enfocada en tu hija y trabajo y, que te gusta mucho el respeto a tu espacio.

—Pues creo que te dieron toda la información posible que hay de mi.–sonrió.– Soy muy aburrida, Silvia. No creo que te vayas a sentir cómoda conmigo.–alzó su ceja.

—Hoy no se trata de mi, hoy se trata de ti. Si vine es por justamente, la compañía, tu madre me dijo el por qué quieres ir acompañada. Ya después se dará la oportunidad para que veamos si realmente eres aburrida como dices, que yo lo dudo.

Amor ciego... ¿y sosiego? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora