Capítulo 14

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Las semanas desde aquél día habían transcurrido con normalidad aparente, en la rutina de Navarro los ataques constantes de su madre habían disminuido al punto de no ser una traba en sus días; por parte de Hogaza, su rutina era más ligera, los pasantes desde su llegada se encargaron de realizar las tareas que para Lucero eran sencillas pero que para ellos eran complicadas. Era normal si apenas estaban desenvolviendose entre jeringas y papeles.

Silvia le restó toda importancia a la situación que le incomodó con la probable futura compañera de trabajo de su novia. No tenía ningún motivo de pensar en algo que no estaba sucediendo, Lucero se encargó de seguir manteniendo gestos de afecto con Navarro, desde palabras de afirmación hasta actos de servicio cuando se ofreció a organizar las carpetas que le entregaría al juez el día de defender su caso. Esa fecha estaba marcada en todos los calendarios de Lucero, no dudaba de la capacidad de Silvia y por eso solo podía alentarla a disipar cualquier pensamiento negativo sobre un resultado no deseado en aquella fecha.

El día comenzó como cualquier otro, pero una tensión invisible se cernía sobre Silvia. Se despertó con el primer rayo de sol que se filtraba a través de las cortinas, el sonido del despertador resonando en la habitación. Mientras se estiraba, sintió el peso de la semana en su cuerpo, una mezcla de cansancio y nerviosismo. Había sido una semana larga, pero el pensamiento de una cita especial con Lucero en la semana para recompensar todo su malestar le dio la energía necesaria para salir de la cama.

Después de una ducha rápida y un café cargado, Silvia se preparó para el trabajo. Su mente, aunque distraída por las tareas del día, volvía una y otra vez a Lucero. Habían planeado una noche especial, y Silvia no podía evitar sentir una emoción anticipada. Lucero siempre sabía cómo sorprenderla, y eso era algo que Silvia adoraba de ella.

Mientras se dirigía a la oficina, el tráfico matutino le dio tiempo para repasar mentalmente su día, y aunque intentaba concentrarse en el trabajo, sus pensamientos volvían constantemente a la cita que las esperaba esa noche.

Al llegar a la oficina, Silvia se encontró con una pila de papeles sobre su escritorio. El caso en el que estaba trabajando exigía toda su atención, y aunque trató de concentrarse, la expectativa de la cita con Lucero seguía rondando su mente. Mientras organizaba los documentos, su teléfono sonó, sacándola de su concentración.

—¿Hoy? ¿En la noche?–preguntó Silvia, sosteniendo el teléfono entre su hombro y la oreja, mientras sus manos seguían lidiando con los papeles.

—Sí. Hay un lugar hermoso que quiero que conozcas.–respondió Lucero con una suavidad en la voz que hizo que Silvia se relajara un poco.

Silvia sonrió, imaginando la expresión de Lucero mientras hablaba. La voz de Lucero siempre tenía ese efecto en ella, logrando calmarla y llenarla de una calidez que nadie más conseguía.

—Suena perfecto. Te esperaré afuera del hospital.

—¿Segura que no quieres que pase por ti? Yo te estoy invitando.

—No, no. Yo me encargo de llevarnos sanas y salvas.

—Entonces yo me encargaré de que esta noche te encante.–respondió Lucero, con un tono juguetón que hizo que Silvia riera suavemente.–La dirección te la daré cuando vayamos en camino.

La conversación continuó por unos minutos más, entre bromas y promesas de una noche perfecta. Silvia intentó sacarle más detalles sobre la cita, pero Lucero se mantuvo firme, dejando que la expectativa creciera. Finalmente, ambas se despidieron, y Silvia dejó el teléfono a un lado, aunque su mente seguía en la conversación.

***

—¿Tú de dónde sacaste eso?–cuestionó Andrea viendo la foto que Hogaza le enseñó del regalo de Navarro.

Amor ciego... ¿y sosiego? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora