Pasaron las semanas y las mujeres mantenían conversaciones escritas mediante mensajes y otras personalmente ya que de manera inesperada se veían más de dos veces por semana, compartiendo anécdotas, yendo a cenar, hablando de un sinfín de cosas. Se encontraban en la residencia de Silvia para organizar el día de la fiesta, claro que está era la excusa perfecta de Hogaza para pasar tiempo con Navarro ya que se sabía que le gustaba mantener las cosas bajo control.
Las mujeres estaban en el mismo sillón, hablando sobre Hugo y las personas que asistirían para lidiar con gente nueva para Hogaza y sosa para Navarro.
—¿Y crees que nos dejen ir así tan fácil y ya? ¿No te dirán nada?
—Tal vez pero tampoco nos pueden obligar a quedarnos.-Rió Navarro.- Hablando de eso... Me preguntaba si después de la fiesta quisieras ir a cenar. Para no desperdiciar la ocasión.
—Silvia pero qué clase de pregunta haces. Claro que sí.-sonrió.- Me he divertido tanto en estas semanas contigo, claro que más momentos contigo no me caerán mal.
Navarro la observó ligeramente ruborizada y sonrió.—Qué bueno que me dijiste que sí porque ya tengo todo listo así que no habrá ningún contratiempo.
—Si lo hay... No me has dicho a dónde iremos.–Hogaza abultó sus labios.
—Será sorpresa. Esta vez yo soy la encargada de que tú te la pases bien.-guiñó su ojo.- Tú solo preocúpate por ser bonita y ya.
—Oh, Silvia.-Lucero dejó escapar una pequeña risa.- Pero está bien, confiaré en ti y en tu buen gusto.
—Claro que sí, por algo es que te elijo a ti para pasar los días.
—Uhm... Y yo que pensé que ya te había fastidiado.-Rió Lucero dando un sorbo al vino. - El destino prepara muy bien sus jugadas, eh.
—El destino y yo.-Dijo Silvia sonriendo.
—Mujer, con razón todas tus chicas se ven tan felices contigo. Siempre sabiendo qué decir.
—¿Todas mis chicas? Lucero pues, ¿Qué clase de mujer crees que soy?-colocó su mano en su pecho indignada.
Las castañas rieron al unísono y Hogaza observó a Navarro.-Como sea, cualquiera que esté contigo será feliz porque tienes las palabras adecuadas para todo.
—Es la magia de los Navarro, ¿Qué te podría decir?-se encogió de hombros.
—Uhm... Tal vez cómo tener esa magia.-sugirió la mujer alzando su ceja.
—Lo único que podría hacer es enseñarte cómo funciona, Lucero.-la observó fijamente.- Tú decides.
Hogaza bajó la mirada sintiéndose acorralada y comenzó a juguetear nerviosamente con la copa de vino, dándole ligeras vueltas al escaso líquido en la fina copa de cristal. Escuchó la risa de Silvia lo cual llamó su atención.
—¿Ves? Finalmente tú no lo ocupas. Eres encantadora de manera natural.
Las mejillas de Lucero se ruborizaron y la mirada de ella y la de Silvia se encontraron, ambas perdiéndose en esta. Todo pensamiento en aquella habitación no era claro pues para las mujeres en aquél momento no había nada que pensar. Lo único que emergía eran los anhelos que ambas comenzaban a tener, ambas no tenían nada que decir, Lucero observaba los labios de Silvia para después volver a posar su mirada en los ojos de la mujer. Silvia se sentía atraída por el magnetismo de Lucero. Ambas comenzaban a acercar sus rostros peligrosamente e inconscientemente, todo comenzaba a amenazar que estallaría la conexión que había entre ambas.
Silvia sentía que se hundía en la profundidad de los ojos de Lucero. Toda racionalidad se esfumó a medida que sus rostros se acercaban aún más. En el último momento, Lucero pareció darse cuenta del precipicio en el que se balanceaban. Su trance se rompió y se alejó ligeramente, con los labios entreabiertos jadeando. El fuego entre ellas, en aquella situación había avivado sentimientos demasiado reprimidos. Silvia la miraba con anhelo tierno, los dedos picándole por volver a acunar su rostro; sin embargo, Lucero estaba atormentada por dolores pasados y confundida por toda la situación. Alzando una temblorosa palma, tocó su pierna y respiró profundamente. Conversaron sin sonido, enfrentándose con las miradas, zarandeadas por mares turbulentos de deseo.
Lentamente, Lucero parpadeó y desvió la vista, hombros hundidos bajo el peso de sus emociones encontradas. El momento, por ahora, había pasado. Pero su recuerdo perduraría, avivado por la esperanza titilante de que llegado el día, el tiempo tal vez estuviera listo. Se buscó plasmar la atracción intensa creciendo hasta un quiebre natural a través de la reticencia de Lucero a entregarse plenamente, dejando su anhelo insatisfecho y confuso pero vivo.
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Amor ciego... ¿y sosiego?
FanficEl sosiego en diversa literatura se describe como un estado de paz, de tranquilidad e incluso de armonía. El sosiego se puede obtener mediante situaciones o bien, personas; sin embargo, ¿qué ocurre cuando ese estado lo consigue alguien con una perso...