Capítulo 10

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Luego de esa noche reveladora, Silvia invitó a Lucero a su restaurante francés favorito. Al verla aguardando en la fuente bajo la luz de la luna, su corazón dio un vuelco. Se deslizaron por el elegante salón tomadas del brazo, dejándose envolver por aquél nuevo sentimiento que florecía entre ambas. Sumergidas en su mundo, la madre de Silvia observaba todo desde la lejanía en compañía de Monserrat.

La Señora de Tijeros paseaba con nervios mientras la pelinegra tomaba vino.-Silvia parece muy encariñada con esta Lucero. Temo de lo que pueda realizar por esta mujer.

Monserrat frunció el ceño.-El bufete ha trabajado duro para proteger el nombre de los señores Navarro. Un escándalo más y podría destruir años de esfuerzo.

Suspirando, la Señora de Tijeros se sentó pesadamente.-Mi hija se niega a ver la razón. Si sólo pudiéramos librarla de ese pesar llamado Lucero.

Un silencio pensativo siguió. Entonces Monserrat ofreció con gentileza:-Quizás en lugar de palabras duras lo mejor sería ver cómo Silvia se podría... Encaminar correctamente.

La mayor sonrió y consideró esto.-Tienes razón, como siempre. Me sorprende que Silvia no esté contigo y hay algo que no me queda claro... ¿Cómo rayos conoció a esa mujer? Silvia jamás se relacionó con alguien de un hospital.

Monserrat sonrió.-Necesitas darles un tiempo. Tenga fe en que a través de la compasión, todo saldrá bien.

La esperanza destelló en los ojos de la madre de Silvia. A partir de ese momento, recibiría la felicidad de su hija únicamente si caía ante Monserrat y los planes que se llevarían a cabo para desaparecer todo sentimiento de amor a Lucero.

***

Ambas mujeres encontraron una acogedora mesa junto a las ventanas.

Platicaron entre risas, disfrutando cada bocado como si fuera el primero. Poco a poco las miradas se hicieron más intensas, llenas de significados que antes pasaron desapercibidos.

En algún momento sus manos se encontraron sobre la mesa, dedos entrelazados con la naturalidad de quienes pertenecen el uno al otro. Sus latidos se sincronizaron.

Un cómplice silencio lleno de promesas flotó entre ellas cuando, con la luz de la luna, sus ojos se conectaron expresando el amor latente en sus corazones.

Silvia tomó un sorbo de café, pensativa. -Últimamente han surgido nuevos casos en la oficina. Deseo involucrarme en uno.

Lucero escuchó con atención, sin presionar. Sabía que para Silvia, su trabajo defendiendo a otros tenía profundo significado.

-Claro, la práctica legal es tu pasión. Elige el camino que te traiga mayor tranquilidad, ¿si?.- respondió con calma.

Silvia suspiró.-Aunque en este momento, también valoro pasar tiempo contigo. Mi trabajo puede ser absorvente.

-La vida es sobre equilibrio, ¿Si no lo haces ahora entonces cuándo será? Sea lo que decidas, estaré aquí para ti.-dijo Lucero con una sonrisa cálida.

-Además, recuerda que es algo que ya tenías pensado realizar. No puedes desistir así.

La ojiverde sonrió al escuchar las palabras de la mujer; reconocía que en esta etapa nueva lograría conectar con cosas o situaciones que le traerían un beneficio a nivel laboral y personal. No sabía si era la naturalidad de los años o si era la compañía de Lucero quien le brindaba la seguridad que necesitaba para comenzar a tener pasión por algo que en el pasado consideró error.

Un momento de silencio pasó entre ellas, cargado de comprensión. Sin forzar una resolución, su conversación había abierto espacio para reflexionar con claridad.

Amor ciego... ¿y sosiego? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora