—¡Corazón! levántate, necesitas ir a la escuela y yo al trabajo.–soltó en un hilo de voz suplicando a su hija quien yacía dormida.–
—Ma, por favor solo cinco minutos más.–rogó y se tapaba más con sus cobijas.
—No puedes, ándale, te espero abajo. El desayuno ya está listo.–dejó un beso en la frente de su hija.– Hoy pasaré por ti a la casa de Penélope después de la escuela e iremos a comer juntas, ¿si?
Su hija se entrecostó y miró a su madre con una pequeña sonrisa. Hace meses su madre le había dicho que irían a cenar juntas después de la escuela justo como lo hacían cuando su padre aún vivía pero esa cena se cancelaba a cada momento pues su madre siempre estaba trabajando, en palabras de la mismísima Lucero ella le daría todo a su hija, no dejaría que le faltaran las cosas que a ella le faltaron.
—¿Esta vez no me vas a cancelar la cena?
—No, mi vida, ya pedí permiso de salir temprano del trabajo el día de hoy.
—¿Segura?–su hija la miró rogando por una respuesta positiva a lo cual su madre asintió.– ¿Me lo prometes?
La adolescente mostró su meñique para que su madre pactara la promesa.
—Te lo prometo, ahí estaremos.–dicho esto, entrelazó su meñique con el de su hija.– Ahora por favor alístate que si no llegarás tarde a la escuela. Te dejo para que te cambies, te quiero.
Lucero salió de la habitación de su hija con una pequeña sonrisa en su cara, no podía negar que estaba cansada, su tiempo se iba en trabajar y en criar a su hija. La perdida de su esposo la marcó y cuando quedó sola con su pequeña solo podía recordar los años en los que ella batalló para poder siquiera comer bien, ella no quería eso para su hija. Trataba de ser una buena madre, una buena trabajadora, una buena amiga, una buena hija, una buena persona pero se le complicaba porque solo podía ser buena trabajadora y buena madre pero estaba bien con ello, Lucero siempre pensaba en que su única responsabilidad y bienestar se resumía a brindarle todo a su pequeña, bueno, no tan pequeña pues ya era una joven de 17 años. Bajaba las escaleras con cierta prisa y aseguró que el desayuno estuviera ya en el comedor para que solo comieran y rápidamente fueran a sus destinos.
Luego de 15 minutos, su hija bajaba casi corriendo de las escaleras, estaba hambrienta. Ya se había reincorporado después de un largo sueño, estar en deportes la cansaba.
—Huele delicioso, ma', ¿tú los hiciste?–sonrió y se sentó al mismo tiempo que olía los panqueques con mantequilla y miel de maple.
—Claro, corazón, ya aprendí a hacer otras cosas que no sean quesadillas.–soltó una pequeña risita.– ¿o acaso no me crees?
—Te creo pero bueno, ya vamos a desayunar que se nos hace tarde, buen provecho.–
El desayuno entre las mujeres iba de maravilla, el hecho que Lucero se dé ese tiempo de estar con su hija lo apreciaba bastante pues a veces sentía que era una mala madre por estar trabajando como loca, según palabras de amigos y familiares. Mientras comían, salían pequeñas bromas entre ellas que hacían que soltaran carcajadas demasiado sonoras; sin embargo, la hija de Lucero en un momento se quedó en silencio y la rubia sabía por dónde iba ese silencio. Su hija rompió el silencio a la par que estas habían acabado de desayunar y Lucero decidía recoger los platos y lavarlos.
—Oye, mamá.
—¿Qué sucede?–sonrió ligeramente, empezando a mojar y a enjabonar los cubiertos y vajilla utilizada para el desayuno.
—Sé que no te gusta tocar el tema pero, ¿por qué no sales con alguien?–la miró seria.– Quiero decir, eres alguien bonita, inteligente, trabajadora y de más, ¿qué más te podría faltar?
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Amor ciego... ¿y sosiego?
FanficEl sosiego en diversa literatura se describe como un estado de paz, de tranquilidad e incluso de armonía. El sosiego se puede obtener mediante situaciones o bien, personas; sin embargo, ¿qué ocurre cuando ese estado lo consigue alguien con una perso...