19

576 78 10
                                    


19.

– Voy a caerme, phi – dijo Ché prendido de mi mano mientras que yo con la que tenía libre llevaba el carrito del oxigeno. – Voy a matarme.

Solté una risita, ambos teníamos las mejillas rojas por el frío del hielo.

– Te sujetaré todo el tiempo, nadie va a morir ahora – dije

Ahora quizá no... fue lo que dijo mi cabeza pero tan rápido como llegó ese maldito pensamiento, lo deseche. Había pasado una semana desde que nos habíamos enterado del diagnostico de Ché, y habíamos acordado hacerle sus días más felices, así que comencé por prepararle algo que él quería hacer: patinar en hielo.

– Bueno, ¿y qué tal que caigas y te golpees la cabeza? – preguntó

– No pienses en el peor de los casos, bebé – repliqué riéndome – Solo disfruta, ¿no era esto lo que querías?

– Bueno, si... pero eso era antes de enterarme que tengo un equilibrio de mierda – replicó

Solté una risa – A ver, solo... imita un poco lo que yo hago ¿ok? Vamos lento.

Moví mi pierna con la rodilla un poco flexionada hacia adelante y me impulse con mi cuerpo para mover la otra, con el movimiento arrastré un poco a Ché y al carrito del oxigeno. El se tambaleó un poco y soltó una risa nerviosa.

– Mira hasta la niña de allá lo hace – señalé – tu puedes, bebé.

Bufó – Que me compares con una niña no lo hace más fácil, cretino – me golpeó con suavidad el hombre. Sonreí y me acerqué a él abrazándolo por la cintura.

– No, pero me gusta molestarte de vez en cuando – musité encima de sus labios fríos. – Oye, me encanta tu nariz de payasito.

Ambos nos reímos.

– Idiota

– Tu idiota bonito ¿verdad? –

Él asintió inclinándose a la vez para besarme, fue un beso lento y dulce, muy dulce, nada erótico, nada pasional, algo lleno de sentimientos, y mientras nos besábamos decidí movernos un poco.

– Phi... – chilló aferrándose a mi cuello

Solté una risa – Solo relájate, estabas muy cómodo besándome ¿por qué no sigues?

Sonrió y se abrazó a mí mientras yo continuaba movimiendonos con lentitud por la pista, sentía que poco a poco Ché se relajaba en mis brazos, así que lentamente fui ajándome de él para tomar solo su mano.

– Bebé... – musitó temeroso

– Tu puedes – lo animé

Entonces movió una pierna y luego la otra hacia adelante desplazándose hacia el frente y sobrepasandome un poco, lo detuve porque tenía que ir con el tanque y ayudarlo con eso.

– ¡Ay, Dios! ¿Viste, phi? – dijo alegre

Asentí – Te dije que podías, ahora solo –

– No me sueltes – advirtió

– Amor, ¿como vas a aprender si no te suelto? – pregunté mirándolo – Confía en mi, si te caes, te atraparé, a demás, tienes un trasero muy bonito como para dejar que se golpee

Me sacó la lengua pero asintió, poco a poco fui soltando su mano y pasándole el tanque, él se aferró con fuerza a la manija y volvió a moverse, perdió un poquito el equilibrio pero se enderezó tan rápido como pudo manteniendo el equilibrio.

I breathe for you. - KIMCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora