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Él Rey te mandaba a llamar a cada instante Siempre tenía intenciones contigo, una de ellas no era casarse. Solo te esta utilizando.
Te invidiaban bastante al grado de querer matarte amarrandote entre árboles.
- ¿Por qué lo hacen? - preguntaste observando a aquel trío de mujeres - Dicen querer estar en mi lugar pero no saben lo que dicen - Sus expresiones cambiaron, se sintieron ofendidas.
- ¿acaso no está claro? - golpeo él árbol de tu lado con enojo acercándose hacia ti - Tienes tanta suerte de que el Rey te quiera a tí y no a mí - lloro.
- No - respondiste sin más. Estabas cansada de que siempre sea lo mismo.
𝑌𝑎 𝑛𝑜 𝑙𝑜 𝑠𝑜𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎𝑏𝑎𝑠. Querías irte de ahí, muy lejos.
- ¡No sabes cuantas ganas de matarte ahora mismo tengo! -
- ¡Detente! - la detuvo sujetando su muñeca con una sonrisa - Dejaremos que los demonios se hagan cargo de ella - carcajearon marchándose seguras, sus risas eran tan sonoras que hacían un eco perfecto, era insoportable.
suspirabas cansada intentando forzar las sogas sin resultados, pero estaban muy sujetas y ásperas que rasgaban tu piel como si la cortaran con un cuchillo sin filo.
El viento era muy frío que movía sin control todo tu pelo, tus mejillas estaban congeladas como si fueran hielo.
Él estaba ahí, frente a tí. No podías voltear a verlo, tu cuello estaba entumecido que lo único que veías eran su Yukata.
tomó tu rostro elevandolo, lo vio, todas tus heridas.
Corto las sogas con un solo movimiento agarrandote en sus brazos antes de que pudieses caer al suelo. Estabas alegre de verlo, ya podías entender el significado de esa palabra
Felicidad.
- ¿Quién te hizo esto, _____.? - Su voz era suave, casi como un susurro solo para tí. No estaba preocupado, no te veías mal después de todo, pero necesitaba saber quienes te hicieron eso.
- No tienes que preocuparte- Sonreíste viendo el cielo, pero él no dejaba de verte.
¿Realmente quisiera preocuparse por tí?
No te respondió, sus movimientos eran tan lentos contigo que podías descifrarlos, sus manos seguían siendo muy frías. Las tomaste tratando de calentarlas pero a penas podías.
Él sol estaba saliendo, el cielo se hizo celeste. Sabías que era hora de despedirse y así lo hicieron, tomó tus mejilla acercándote aún más a él.
Sus labios eran amargos Tus labios eran dulces. Le gustaba ese sabor que tenían. Talves lo estes volviendo aún más loco, Quizás estén enloqueciendo.
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- Traiganla - ordenó a sus Samuráis que estaban frente tuyo, se veían muy amenazantes pero ya no les tenias miedo.
Al llegar te arreglaron para estar presente en la muerte de las mujeres.
- Quiero que recuerdes bien el color de esta habitación - sonrió el Rey - será tuya, por cierto quería presentarte a mi hijo - tomó un sorbo de su alcohol para después echarlo - Compórtate - ordenó
Él entró en la habitación junto a toda su familia de lado, su mirada se posaba en ti observando cada facción de tu rostro.
- Te casaras con él - aquellas palabras no te dejaron mucho que sorprender, era claro desde un principio que eso iba a pasar - No es pregunta -
No querias casarte, aún no. Deseabas vivir más de lo que podías, no amarrarte de alguien que no amas.
Recordabas los días en los que no te importaba ser castigada con tal de que te envíen aquí, sería absurdo, que solo por eso rompas las reglas, pero era verdad. L
o hacías para verlo a él.
Cuando él se encontraba contigo parecía como si todo fuera alumbrado con luces.
Lo sentias tan cercano a tí, como si fuera amor verdadero, amor que duele como un cigarrillo.
No sabías si él sentía lo mismo, Talves nunca lo hará, Pero al menos tenias la certeza de creer que si lo hace. Que si siente algo por tí.
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