死ぬ - 𝟕 ❄

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Tus mejillas estaban frías, sin siquiera tocarlas te dabas cuenta, tu vista era tapada por tu pelo que llegaba más abajo de tu nariz.

Las cadenas eran pesadas y parecían que tenían un filo fuerte y áspero que te hacía sangrar.

El cuerpo te dolía, los huesos pedían algo de calor, los músculos no podían moverse y la piel estaba secá, llena de Cortés por todas partes.
Estabas muriendo.

Esto no era lo que querias para tí, talvez lo merecías, pensabas en que era peor. Quizas
Douma tiene razón, y te salvó de aquel lugar que sería peor que este, aunque lo mas seguro es que ambos sean casi iguales, pero aún así te alejo de esas personas que tanto despreciabas.


— Ha... — suspiraste con melancolía, volteaste a ver a todas partes buscando una manera de salir de ahí, talves puedas llegar a encontrar a alguien que te ayude.

Te estremeciste y arrugaste los labios al ver dichosos ojos dentro de la oscuridad, te miraban como si vieran tu interior, y eso te recordaba mucho a la primera vez que los viste.

— ______, hablame de tu vida, en todo este tiempo nunca me dijiste ni como llegaste ahí — te miro notando tus dedos sangrar al ser cortados por tus uñas. Se acercó gateando a tus manos y las levanto — estas cadenas son muy pesadas, le dije que ponga las más livianas — apretó su mandíbula para después suspirar.

— ¿Qué más quieres saber? — hablaste lo suficientemente audible, notando como tu voz se volvía más gruesa y sin interés — Pensé que sabías todo de mi —

— Eres aburrida —

— ¿Qué quieres saber? Vamos soy todo oídos — rodaste los ojos para acomodarte aún más lejos de Douma.

— ¿Qué fue de tus padres? — pregunto mirándote mientras se apoyaba en su brazo derecho qué lo mantenía en su pierna.

— No es algo que yo sepa, realmente no conocí a mi madre, de mi padre no recuerdo nada —

Acarició tu mejilla y con su filosa uña habrío una pequeña herida, anteriormente se había disculpado por las heridas de tu rostro, dijo que eras linda que no quisiera arruinarlo con más cortes.
Te apartaste de él, comenzó a sangrar y arder, no entendías como llegaba a hacerte rasguños muy grandes con tan solo tocarte.

Mi padre me vendió y es todo, lo demás ya lo sabes — cerraste los ojos respirando hondo. Él te jalo de un brazo hacia él, te sobrextaltaste al sentir como te agarraba en las heridas más profundas que tenias. Se acercó torpemente hacía ti mordiendo tu cuello — ha... — emitiste un sonido de dolor y asfixia al sentir como tu sangre era absorbida de golpe, sus dientes te punzaban como si fueran de los más filosos.

Apretaste los dientes y lágrimeaste un poco, pero eso paro porqué lo empujaste con tú hombro, su rostro ya estaba sombrio, aun asi seguía con esa sonrisa que te molestaba.

— Quédate quieta —

— Pudrete — susurraste intentando alejarlo pero fue imposible, no se movía ni un centímetro. Tus ojos se abrieron y las lágrimas aparecieron, sus uñas te desgarraron completamente el kimono de la parte del pecho.

Estaba de rodillas frente tuyo, su mirada seguía sombría, pero no estaba sonriendo, estaba inmóvil mirando de tus clavículas hasta tú abdomen.

Estaba viendo tus cicatrices.
Que él no te había hecho. Poco a poco fue acercándo sus dedos a una de las más grandes, no te rasguño, la acarició con la yema de sus dedos.

¿Quién te hizo eso? — pregunto cubriendo tú cuerpo de nuevo mientras se acercaba tocando tus mejillas.

— ¿De verdad te importa? No tienes que fingir preocupación sabiendo que tú también me haces lo mismo  — tu voz estaba cortada.
Esperabas cualquier golpe de su parte, pero solo te abrazo.

Con lentitud tocaste su espalda baja, entre abriste los labios sin poner emitir una sola palabra.
Querías abrazarlo, sentir que ambos se amaban,
Pero siempre termina siendo el quien te hace daño.

— No seas tan mala conmigo — acarició tus brazos apoyando su mentón en tú cabeza. No sabías que decir, a penas podías procesar lo que estaba pasando, que te estaba abrazando.

— Sueltame— lo hizo, te voto al suelo de nuevo marchándose sin decir nada.

Te removiste en el suelo con lentitud quedando boca arriba, ahora más que nunca sentias lo frío que era, eso era lo que te deprimia.

Cerraste los ojos rogando para que quedaras dormida, aún así tus lágrimas salían, otra vez estabas llorando, Otra vez estabas dándote golpes mentalmente para que puedas callarte.
Al dormir podías olvidar lo frío que era el suelo
Al dormir podías olvidar lo frío que era su piel.

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𝐊𝐈𝐍𝐉𝐈 𝐑𝐀𝐑𝐄𝐓𝐄 𝐀𝐈 ᰔᩚೋ❀ೋ══ ᴅᴏᴜᴍᴀ ══ೋ❀ೋᰔᩚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora