2. ¿Otra mujer? ¿Quién será?

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Han pasado unos cuantos meses desde el nombramiento del Sultán Suleiman, y las nuevas concubinas estaban cada vez más listas para servirle al Sultán, eran preciosas y elegantes, cada una tenía un rasgo peculiar que podría cautivar a cualquier hombre.

Llegada la mañana de ese martes, el Sultán salió de sus aposentos para recibir la bendición de su madre y trabajar, mientras que las concubinas se preparaban para recibir sus lecciones.

- Levántense muchachas, dejen de dormir que tienen clases –grito Firial molesta al verlas dormir.

De inmediato entro Sumbul al lugar junto a la Señorita Firial, ayudándola a levantar a las muchachas, por su parte, las favoritas del Sultán miraban a las nuevas chicas desde arriba, tenían habitaciones en el segundo nivel del palacio, quedando arriba de las nuevas, y con un balcón para apreciarlas desde arriba.

- ¿Quiénes son ellas? –preguntó Alexandra a su amiga.

Firial se acercó al verlas hablar y respondió.

- Ellas son las favoritas del Sultán, tienen regalos y camas cómodas, muy diferente a las pocilgas que ustedes tienen, si se vuelven favoritas, tal vez salgan de esta tortura y dejen de ser esclavas –dijo Firial.

- ¿Hay manera de dejar de ser esclavas? ¿En serio? –preguntó entusiasmada María.

- Así es, deben darle un hijo al Sultán, pero no creo que se fije en ustedes, están muy delgadas –espetó Firial. - ¡Que vayan a clases!

Las muchachas caminaban tan rápido como podían, ya que era su hora de clases, el ser concubina no era una simple tarea, debían aprender sobre artes, literatura, cultura, y mucho más.

Alexandra, la concubina rusa era una de las mejores en clase, su aprendizaje fue lento, pero logro alcanzar en poco tiempo a sus compañeras.

- Alex, si dejáramos de ser concubinas, tal vez tendríamos libertad –comentó María a su amiga.

- No lo sé, a veces pienso que solo nos piensan hacer daño aquí –replicó Alexandra.

- He oído que el Sultán realmente es generoso –comentó una muchacha acercándose a las otras dos.

- El sultán Suleiman no deja a sus concubinas favoritas sin cuidado, si se volvieran una de sus favoritas tendrían joyas y vestidos preciosos –espetó otra de las chicas.

- ¡CALLEN YA MUJERES! ¡NO HABLEN MÁS! –gritó Sumbul.

Cuando las mujeres habían llegado al pasillo principal del Harem, de camino a lo que serían sus clases, uno de los eunucos de la servidumbre del Sultán las detuvo en seco, los guardias se pusieron en posición de atención, y Daye les hizo la señal a las chicas de detenerse.

- Rápido, cabezas abajo y no piensen en subirla –dijo Daye nerviosamente, para luego colocarse en fila con ellas.

- ¡ATENCION! –gritó Sumbul. - ¡EL SULTÁN SULEIMAN SU EXCELENCIA!

Un hombre esbelto y poderoso hizo acto de presencia después de esas palabras, convirtiéndose en el centro de atención de las muchachas, especialmente de una, la pequeña pelirroja había desobedecido el mandato de la señorita Daye y levanto su rostro, encontrándose con los del Sultán.

- ¿Suliman...? –dijo la joven de cabello cobrizo, llamando la atención del Sultán.

Este se giró a ella con una gran frialdad en sus ojos, y cuando estuvo a punto de hablar, la joven termino desmayándose, para suerte de la chica, había sido atrapada en los brazos del mismo Sultán.

Ella se quedó fascinada viendo los ojos del hombre que estaba frente a ella, unos ojos azules como el cielo, brillantes como las estrellas y firmes como el tronco de un árbol, sus miradas se entrelazaban y sin darse cuenta habían caído en un hechizo por la curiosidad. María miraba a su amiga en brazos de aquel hombre totalmente sorprendida.

La Sultana Carmesí [21+] [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora