Alexandra La Rosa
Al entrar a los aposentos privados, mi nerviosismo y miedo me obligaron a bajar la cabeza y mirar al suelo sin decir una palabra. Sentía temor a fallar, temor a hacer algo inoportuno y mandasen a cortar mi cabeza, o que el Sultán me castigase de alaguna manera brutal y sin misericordia.
Di pequeños pasos hasta llegar a una alfombra en la habitación, y dejé de moverme al sentir que alguien más estaba en la habitación... ¿Sería Suliman? ¿Podría permitirme verles a los ojos otra vez?, Quise levantar la mirada, pero de inmediato recordé que estaba tajantemente prohibido mirarle a los ojos, sería una falta de respeto hacia su poder y autoridad, y no éramos iguales en ningún aspecto, sería como igualarme a una deidad o mucho peor... al Sultán del mundo.
Me agache para besar el dobladillo de su vestido, y me quede ahí, con miedo a moverme en falso. Cuando de pronto sentí como su mano se colocaba bajo mi mentón.
Sus manos en un ligero movimiento me hicieron ponerme de pie nuevamente, aunque tambalee ligeramente por mi débil cuerpo, a pesar de mi pequeña inestabilidad, no levante la mirada, aunque algo me gritaba que le mirara, aunque sea una vez.
Mi instinto me hizo levantar los ojos, encontrándome con los suyos, unos ojos azules como el cielo, brillantes y llenos de vida como el mar. Me sentí tan atraída a ellos como si fueran enormes zafiros, que preciosos ojos tenia. Abrí ligeramente mis labios para respirar con más facilidad, y el Sultán sonrió al verme reaccionar.
La mano del Sultán comenzó a acariciar mi cabello, y los pensamientos comenzaron a invadir mi mente, ¿Acaso le llamaba la atención mi cabello rojizo? Las muchachas del harem siempre decían que era excéntrico... tal vez tenían razón, ¿Y si pensaba que era extraño o desagradable?
Mi respiración comenzó a fallar ligeramente y el nerviosismo volvió. De pronto, el Sultán se acercó a mi cuello, y pude sentir como apreciaba el perfume que habían colocado las mujeres en mi piel. Entonces recordé el consejo de Ayse, "Se frágil".
Así que idee el plan de fingir desmayarme, por lo menos esta vez lo fingiría. Así que así hice, dejé caer mi cuerpo como si fuera una damisela en apuros, y pude sentir como el Sultán respondió a ello. Pude sentirlo, como sus brazos me tomaban con facilidad y me cargaban, poniendo todo mi peso sobre sus brazos.
- ¿Alexandra...? –dijo aquella voz masculina del hombre frente a mí, pero no abrí los ojos.
Aquel hombre sacudió ligeramente mi cuerpo, tratando de conseguir alguna respuesta por mi parte, mientras yo me esforcé en no delatar que fingía todo. Luego de unos segundos, me llevo a la cama, con cierta preocupación en su voz.
Sentí como una de sus manos iba a mi mejilla, acariciándola con suavidad y dulzura, haciendo estremecer mi cuerpo por aquel contacto.
- Alexandra, abre los ojos... -pidió con dulzura en su voz.
M rendí de seguir fingiendo, y abrí los ojos, volviendo a encontrarme con los del Sultán. En ellos había alivio al verme volver, y me sentí culpable de fingir desmayarme. Estábamos ambos en la cama, él sobre mi pequeño cuerpo, y estando en esta posición, era aún más evidente la diferencia de tamaño entre nosotros. Él era tan fuerte que podría romper mis huesos si así lo quisiera.
- Llamare a un médico –comentó el sultán tratando de levantarse, pero de inmediato lo detuve.
Mis manos se posaron sobre sus brazos, trayendo de nuevo su atención a mí.
- Suliman, no me deje por favor... perdóneme, es solo que estoy algo nerviosa y espere tanto que... -de inmediato refrene mis palabras, no debía hablar de más.
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La Sultana Carmesí [21+] [EN PROCESO]
Ficção HistóricaLa tragedia y el dolor es inevitable, especialmente en un mundo donde no existe la piedad... Alexandra La Rose, una joven ortodoxa de tan solo 17 años, justo el día de su cumpleaños, fue secuestrada por tártaros y vendida a las tierras enemigas. El...