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No había nada que Bartolomeo pudiese hacer aparte de esperar sentado en su lado de la cama doble, teniendo de fondo el sonido de la ducha que se encontraba al lado de su habitación. Andrés había preguntado si podía hacer eso porque había sudado mucho y se sentía sucio, la familia Sinatxe aceptó sin dudar.

No sabía qué pensar de toda la situación: no estaba acostumbrado a esa forma de vida. Sí lo estaba a ver a los amigos de sus familiares paseándose como si esa fuese su propia casa, pero era completamente diferente cuando eran invitados suyos. Era como si algo no encajase, como si estuviese mal o fuera de lugar. Un sentimiento extraño que le subía del estómago hasta la garganta parecido a la ansiedad, pero que no era exactamente eso. ¿Tal vez estaba un poco emocionado? ¿Tener nuevos amigos le podía despertar un sentimiento así? Curioso cuanto menos, no sabía eso de sí mismo.

No era una persona de emociones fuertes, en términos generales. Lo máximo que podía embargarle en cuestión de segundos era el agobio o el miedo, era más ajeno a la tristeza o felicidad. Se había acostumbrado a una apatía silenciosa y cómoda que proporciona la rutina y estar demasiado lejos del mundo real como para que llegue a afectarte realmente. Siempre pensando en nuevas creaciones, en aprender a usar cierto programa, en el trabajo que podría conseguir después de la carrera, en su graduación... Siempre pensando en futuro, casi como un viajero del tiempo que, aburrido del presente, decide hundirse en el mañana. Salió de sus cavilaciones al escuchar que la puerta de su cuarto se abría, junto con una voz divertida.

– ¡Parezco un cani!

Sin más aviso que éste, Andrés levantó la camiseta y mostró que los pantalones le iban lo suficientemente grandes como para enseñar un poco de su calzoncillo, riéndose solo de este hecho. Ninguno de los integrantes del club esperaba quedarse hasta tan tarde y, por tanto, habían tenido que improvisar pijamas con prendas de los miembros de la unidad doméstica. El pelirrojo había asegurado que se sentiría cómodo con una camiseta de Bartolomeo, sin importar lo grande que le fuera por la diferencia de altura y estructura corporal, aseguraba que le gustaba ir ancho. Con los pantalones, sin embargo, no habían sido tontos y Pedro le había dejado unos suyos, pero hasta con esas le iban grandes. Rozando el infrapeso era lógico que esto sucediese con cualquiera de las 2 opciones, pero mejor ese resultado que nada. Bartolomeo, que no supo qué responder ante la imagen de la ropa interior de ese chico, solo apretó los labios y se encogió de hombros, mirando hacia otro lado en el proceso.

– Ha sido buena idea que compartiésemos esta cama, ¡cabemos sin problema! En la que se ha quedado Ramón habría sido complicado, él y yo nos tendríamos que haber apretujado y no habríamos dormido bien.

Se tiró al colchón como si nada, después se colocó boca arriba y miró el techo con la sonrisa todavía intacta. El rubio no dijo nada, pero su compañero de noche no se había secado el pelo antes de hacer todo esto y le hizo acordarse de Lenka diciendo que así se te pudre y se te cae, nunca llegó a saber si eso era cierto o una mera superstición suya. Era una memoria inocua y, por tanto, no la compartió.

– Además, Ramón es de este tipo de persona que se duerme muy rápido y eso me aburre porque a mí me dan ataques de hiperactividad en la madrugada... – se puso de lado, buscando el rostro del dueño de la sala – Por no hablar de que tengo muchas ganas de conocerte más, claro.

Ese chico era muy directo, posiblemente demasiado para Bartolomeo. Ese tipo de comentarios eran los que hacían sus mejillas arder y que se bloquease al punto de ni siquiera poder explicarle que no había nada interesante en su persona y, por tanto, nada que mereciese la pena conocer. Una vez más, hizo el mismo movimiento con los hombros, esta vez con mucha más congoja y despertando una risita por parte del otro.

– ¿Sabes en qué me he fijado? – cambió de tema como si nada, demostrando en su rostro que se acababa de acordar de que quería comentar ese detalle desde que había entrado en esa casa – ¡No tenéis ni un solo cuadro colgado en toda la casa!

Déjame entrar en tu mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora