#2 Una Cita

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Resumen:
(Nota: en el one-shot anterior olvidé poner este apartado, pero a partir de ahora así va a estar en cada uno)

Tyler quiere llevar a Merlina a una cita normal.
(Esto se sitúa cuando Merlina y Tyler todavía están en la academia).

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Ese viernes el Veleta estaba muy vacío, lo que le daba a Tyler demasiado tiempo para mirar a Merlina, sentada en su mesa habitual mientras bebía su café y hacía tarea. Pero, de un segundo a otro, la atención de su novia se desvió a una pareja que tenía una cita en la mesa de al lado.  En su bonito e inexpresivo rostro se formó una casi imperceptible mueca de asco.

Y fue ahí cuando Tyler tuvo la revelación del día: llevaría a Merlina a una cita. Una de verdad. Porque la cosa era que aunque ellos habían tenido citas, siempre involucraban criptas o cementerios. O allanamiento de propiedades. Y sí, la había llevado al cine del pueblo, habían ido a varios establecimientos de comida e incluso su primera cita podría considerarse cursi. Pero nunca había hecho nada reglamentariamente romántico (y debe costar que Tyler no era un fiel creyente de lo reglamentario). En cuestión de minutos, orquestó la cita perfecta.

Sólo le quedaba conseguir que Merlina se presentara.

***

—¿Un vestido? ¿A esta hora? —le cuestionó Merlina a Enid.

La rubia se vio obligada a inventarse una excusa tan pobre como su cartera a petición de Tyler. El imbécil era bastante convincente con esos ojos de cachorrito abandonado y en serio que no tuvo elección.

—Sí… La dueña de la tienda me dijo que podría vendérmelo si iba a su casa.

Merlina la miró con escepticismo. Definitivamente sabía que mentía.

—Bien. Te ayudaré a salir de la escuela, pero no creas que te acompañaré.

Enid se aferró al brazo de su compañera de cuarto.

—¡Por favor! No quiero ir sola.

La pelinegra se safó de su agarre y se alejó un par de saludables pasos.

—Tyler. Trama algo —le dijo a Enid.

La rubia soltó aire y se desplomó sobre el puff bajo la ventana.

—De todas formas no hubiera funcionado —murmuró. Pero luego su expresión cambió a una más optimista y se levantó de un salto —. Te ayudaré a elegir tu ropa entonces.

La pelinegra quería protestar, pero dejó que sacara un vestido negro de su armario. Su madre se lo regaló la última vez que fue a casa y estaba bastante segura de que no lo había puesto en la maleta. Enid quiso maquillarla, pero eso ya era abuso.

Merlina fue enviada a esperar en el bosque detrás de la casa del sheriff Galpin. Se quedó parada ahí, el frío aire de la noche serpenteaba entre sus piernas desnudas y comenzó a sentiste tonta por el maquillaje y los zapatos de tacón. Enid le había dicho que era una cita, pero en realidad no sabía si eso era lo que Tyler quería al llevarla ahí. Enid solía malinterpretar las cosas muy a menudo.

Al cabo de cinco minutos, que Merlina contó mentalmente para disipar los absurdos nervios que la invadían, escuchó los familiares y ruidosos pasos pesados de Tyler. No se dió la vuelta para encararlo, sino que se quedó quieta, esperando a que él llegara. En segundos, sintió su aliento caliente en la nuca.

—Hola —le susurró, provocando escalofríos por todo su cuerpo —. Oí que Enid no consiguió que esto fuera una sorpresa.

Ella no se movió ni un milímetro, pero una ligera sonrisa se formó en sus labios, que Tyler no podía ver.

—Sigue habiendo incertidumbre sobre lo que has preparado —le dijo.

Sintió a Tyler sonreír. Luego la rodeó con lentitud y la miró frente a frente. Estaba vestido con moderada elegancia: una camisa abotonada, un saco azul marino y pantalones de vestir planchados.

—Buen punto —rodeó la mano de Merlina con la suya y la llevó al bosque.

Caminaron solo unos minutos en la oscuridad, que era tan espesa que no podían ver más allá de cinco pasos. De hecho, Tyler bien podría estar llevándola a su muerte, pero algo en el vínculo que compartían la hacía confiar en él. Y además, si iba a morir, ¿por qué no a manos de un hyde? Eso quedaría bien en la inscripción de su epitafio.

No fue hasta que vislumbró unas cuantas luces parpadeantes a la distancia que sintió un ápice de nerviosismo en Tyler. Al acercarse, Merlina pudo ver la mesa plegable y las dos sillas, en medio de un claro. Varías velas encendidas estaban esparcidas y colocadas sobre troncos derribados, un par sobre la mesa cubierta con un mantel rojo.

—Mi padre y yo solíamos venir aquí a acampar, así que arreglamos el lugar —le explicó Tyler.

La llevó hasta la mesa y abrió la silla para ella.

—Tome asiento, bella dama —bromeó.

Ella se sentó y Tyler se alejó un momento, sólo para regresar con una botella de sidra con un mínimo de alcohol y un par de copas de plástico.

—Permítame servirle. Su novio estará aquí en un instante.

Llenó las dos copas y luego fue por dos platos, donde había un sándwich de pavo en cada uno. Estaba cortado por la mitad y acomodado en el plato para que se viera estético.

—Su comida. —Él puso el plato frente a ella.

Tyler luego se sentó y la miró desde el otro lado de la mesa, con una sonrisa nerviosa.

—Bienvenida a tu cita —declaró —. Sólo espero que no me mates por esto.

Los ojos de Merlina brillaron con una sonrisa.

—Todo esto es tan cursi y repugnante. Me gusta.

Tyler suspiró con fingido alivio.

Empezaron a comer. Merlina estaba segura de que los sandwiches eran del Veleta y la sidra no era muy buena, pero por alguna razón había este sentimiento asentado en sus entrañas que hacía que todo lo que Tyler había hecho tuviera un tinte positivo a sus ojos. Eso la aterraba, pero como fanática de las cosas aterradoras, estaba decidida a enfrentarlo y superarlo. La cuestión era no pensarlo mucho.

Él se limpió las manos en la servilleta de tela en su regazo y se puso de pie, extendiendo una mano en dirección de Merlina.

—¿Bailamos? —tenía su mejor sonrisa de chico bueno. Parecía la clase de chico que toda adolescente desearía llevar a su baile de graduación.

Ella, con vacilación, dejó que la tomara de la mano y que la llevara a la pista de baile improvisada. Sobre un tronco, una grabadora antigua tenía un casette a medio poner, así que Tyler se estiró y cerró la compuerta con un click, para luego presionar el botón de reproducción. En los antiguos altavoces comenzó a sonar How Deep Is Your Love, de los Bee Gees.

—¿No había canción más cursi disponible? —le cuestionó Merlina, aunque ya estaba entre los brazos de Tyler y se balanceaban suavemente.

—Ese es el punto de hacer esto —le dijo él. Las vibraciones de su voz retumbando en la mano que Merlina tenía apoyada en su pecho —. Quería que probaras las cursilerías románticas habituales en una cita. De hecho, incluso hoy esto se considera pasado de moda. ¿No te dan náuseas? Debe ser lo más horrible que alguien ha hecho por ti.

—Lo es —ella estuvo de acuerdo —. Me dan tantas náuseas que incluso podría admitir que me gustas.

Tyler sonrió ampliamente, muy complacido consigo mismo.

Dieron varias vueltas alrededor del claro. Las luces centelleantes de las velas creaban sombras en sus rostros y sus pies hacían crujir las hojas podridas del suelo. Cuando la canción terminó, Tyler tomó el rostro de Merlina entre sus manos y la besó con una suavidad que nunca había usado.

—Listo —susurró contra sus labios —. Ahora tienes el tierno beso que va con estas citas.

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Quería hacerlo más largo, pero me rendí con ello.

Y ya saben, gracias por comentar (me encanta cuando lo hacen) y por sus votos.

Hasta la próxima.

Tyler x Merlina - One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora