Estrellas

191 21 74
                                    

Continuación de Águila

---------------------------------------------

Un Dios cuya piel brillaba y parpadeaba como si hubiera nacido con brillantina pegada al cuerpo, tan energético que parecía siempre estar en un lugar distinto de ese inmenso reino nocturno que controlaba.

Un Dios de ojos brillantes, siempre abiertos y atentos a su alrededor, y a lo que sus pequeñas compañeras nocturnas le pudieran susurrar.

Su alrededor era como olas de mar, grandes oleadas de colores fríos moviéndose con ligereza por el aire, como el agua de un vaso con el que se limpian los pinceles de acuarelas, se teñía de azul profundo, de violeta, de verde

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su alrededor era como olas de mar, grandes oleadas de colores fríos moviéndose con ligereza por el aire, como el agua de un vaso con el que se limpian los pinceles de acuarelas, se teñía de azul profundo, de violeta, de verde... y se extendía y expandía por el espacio, majestuoso a decir verdad, casi como un ser vivo moviéndose por el océano, los colores tenían vida propia.
El suelo chapoteaba y salpicaba al ser golpeado, reflejando como espejo todo lo que lo tocaba, incluyendo ese tan feroz pero tranquilo cielo nocturno... mas lo que realmente capturaba la vista y dejaría a cualquier mortal boquiabierto eran aquellas que brillaban como bacterias en el agua, a veces parecían moverse y rotar aunque las miraras y no se movieran de lugar, y todas centelleaban como si fueran ojos parpadeando, observando, espiando todo desde sus lugares altaneros, lejos de los mortales, casi como si cada uno de sus temblequeos fueran al son de sus carcajadas mientras se burlaban del mundo bajo ellas... las seguían estelas de luces, como telas o corrientes, espumilla incluso, de esa que se crean las olas al golpear contra la orilla.
No había punto aburrido en ese reino donde la noche eternaba, era un espectáculo constante que los ojos del sol nunca lograrían apreciar... después de todo su fogosa mirada se apagaría contra el azul océano que era esa noche sin fin.

Pero que la pacífica imagen no engañe a nadie... aquel jamás sería un reino donde sus habitantes durmieran, todo lo contrario de hecho.
Las carcajadas hacían eco en el vacío, junto a los millones de susurros que cosquilleaban a su mismo rey.

El Dios de las Estrellas, Guía de uno de los muchos universos que desconocía.

Él, junto a sus fieles compañeras centelleantes, se encargaban de mantener cuidados a cada cuerpo material en el universo, ya fueran planetas u otros cuerpos celestes, hasta los agujeros negros... y si bien el mismo Dios no podía ver más allá de su propio reino, sus estrellas siempre le susurraban al oído todo lo que ellas veían, con esas voces abrillantadas, sonando como miles de diamantes hechos polvo.

Así Venezuela se paseaba y bailaba por su reino, carcajeando y corriendo, escuchando a sus compañeras cada vez que estas lograban alcanzarlas y su piel brillante se reflejaba en el líquido suelo porque así era él, parte de su cielo y también estrellado, su brillo siempre irrumpiendo en cada esquina, porque nunca pudo quedarse quieto en un solo lugar.
Necesitaba ver, explorar, saber y jugar.

- ¿Y qué dijo entonces? - Preguntó pícaramente a una de sus amigas, mordiéndose el labio para aguantar la risa que le causaba el chismerío humano

De la A a la Z  (MexVeneArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora