Tan cerca de la luna [UE#1]

35: A 1,000 kilómetros de la luna.

HUNTER

Las palabras de Nicole Miller resuenan en mi mente como un mantra, repitiéndose cada cinco segundos. Su amenaza ha estado inundando mi mente desde que he despertado y he visto en Instagram una fotografía que le ha etiquetado a Harry donde salen los dos en la habitación de él con una enorme caja de regalo con un gran moño azul detrás de ellos. ¿Por qué Harry no me ha dicho que hoy era su aniversario?

Pero, sobre todo, ¿por qué no me dijo que todavía no le cuenta la verdad?

Sacudo la cabeza en un intento por borrar todo esto de mi mente, y trato de centrarme en la ropa que utilizaré esta noche en la fiesta de Mason Lightwood, la fiesta que Nicole me dijo que era mi hora límite para investigar si Harry le estaba siendo infiel con alguien más.

¡Ja, ja! ¡Pues saludos, Nicoloca Miller, el cuerno soy yo!

Cállate, subconsciente, no es tu momento de brillar.

Cuando salgo de la ducha, termino de arreglarme y espero el mensaje de confirmación de Harry diciéndome que está fuera de mi casa, la voz de la bruja vuelve a atormentar mi mente. Y la imagen de los dos juntos comienza a causarme varias dudas en la cabeza: ¿y si la sigue queriendo? ¿Y si solamente me está utilizando para saber quién es y definirse? ¿Y si solo es un juego? ¿Una apuesta de los chicos del equipo? ¿Y si tuvieron sexo por el aniversario? ¿Y si...?

Pero todas esas incógnitas y la voz irritante de Nicole desaparecen de mi mente en cuanto llaman al timbre de la casa y mi madre grita que Harry ha llegado. Me coloco un poco de colonia antes de salir de la habitación, y cuando llego a la sala de estar una enorme sonrisa se dibuja en mis labios al encontrarme con la mirada de Harry.

Las comisuras de sus labios comienzan a extenderse poco a poco hacia arriba mientras sus ojos me recorren de pies a cabeza, analizando cada centímetro de mi ser. A su izquierda, vestida con una bata de seda color fucsia, está mi madre con una taza de algo humeante mientras nos mira con una pequeña sonrisa tierna. Se da cuenta que mis ojos se desvían hacia ella y parpadea varias veces llevándose la taza a los labios para beber un sorbo. Cierra los ojos sin dejar de sonreír.

Doy unos cuantos pasos hacia Harry sintiendo la sangre bombear más rápido de lo normal en mis entrañas, incluso podría jurar que los latidos desenfrenados de mi corazón son percibidos hasta Rusia. O hasta Júpiter.

—Hola, Elmo —murmura Harry rompiendo el silencio.

—Hola, Taz —respondo terminando de acercarme a él.

Me recibe con un pequeño pero fuerte abrazo e inhalo el fresco aroma a hierbabuena de su colonia. Cuando me despego de él, me tomo unos cortos segundos para darle una repasada rápida a su atuendo y sonrío por millonésima vez en menos de diez minutos al darme cuenta que vamos un poco acordes en los colores de la ropa: blanco, azul y nuevamente blanco: él lleva puesta una camisa blanca de manga corta con una pequeña rama de flor de loto atravesándole el pecho, y yo una camisa blanca con una serie de rosas rojas estampadas a lo largo de toda la prenda. Además, ambos llevamos pantalones de mezclilla azules con rasgaduras en algunas partes a lo largo de las piernas. Yo en las rodillas, él en el muslo. Todo el conjunto lo unió con unos tenis Adidas blancos con franjas negras en los costados y yo con unos Converse del mismo color.

—Se ven tan lindos... —Comenta mi madre haciéndose notar.

Ambos la miramos y sonreímos, otra vez.

—Su hijo es lindo, yo no.

—No porque ese adjetivo no te definiría, tonto —le digo con la voz baja—. Eres guapísimo.

Se ríe bajito y siento que me falta el aire.

¿Alguna vez se han preguntado cuándo es el momento exacto en el que esa persona se mete tanto en ti que comienza a dominar todo tu cuerpo, tus sentidos y cada una de tus reacciones? No lo sé, el querer a alguien es algo extraño, porque cuando menos acuerdas ya estás metido hasta la médula en el amor que resulta prácticamente imposible dar vuelta atrás.