Tan cerca de la luna [UE#1]

15 | A 142,002 kilómetros de la luna.

HUNTER

El aire nocturno se cuela por la ventanilla a mi lado, meciéndome el cabello que me caía sobre la frente. Las luces anaranjadas de la calle se introducen a través de los cristales, iluminando por unos leves segundos la oscuridad del interior del coche de Harry mientras él conduce de una manera tan despreocupada, con una mano sobre el volante y el codo del brazo disponible sobresaliendo por la ventanilla del piloto. La música de las bocinas resuena a todo volumen, deleitándonos con A sky full of stars de Coldplay como en un abrazo.

Hace varios minutos que regresamos a la ciudad, y lo supe cuando, en plena carretera, todo el horizonte eran un sinfín de luces diminutas. Miro de reojo a Harry mecer la cabeza al ritmo de la canción y una pequeña sonrisa se comienza a dibujar en mis labios, sonrisa que no me molesto en ocultar.

A estas alturas de la noche, la incomodidad de estar solo con él ha desaparecido por completo. Me muerdo el labio inferior cuando su mano toma con fuerza el volante, después su rostro se gira en mi dirección por unos leves segundos y una sonrisa coqueta aparece en sus labios.

El calor sube a mis mejillas.

—¿Puedes dejarme de observar en silencio como un acosador? Digo, sé que estoy de puta madre, pero debes disimularlo un poco... ¿no?

Pongo los ojos en blanco sin dejar de sonreír.

—Tampoco te autoalimentes el ego, es deprimente.

—Acéptalo, querido amigo, soy un dios.

—El día que dejes de decirte a ti mismo que eres un dios, comenzarás a caerle bien a muchas personas. Créeme, nadie quiere ser amigo de una persona egocéntrica.

Se detiene en un semáforo en rojo, extiende la mano y disminuye el volumen de la música. Se ajusta el cinturón de seguridad y se gira en mi dirección.

—¿Tan pronto desapareció el Hunter que parecía enamorado de mí?

—¿Como por qué estaría enamorado de ti?

—No lo sé, ¿porque soy yo?

Pongo nuevamente los ojos en blanco.

—Aquí vamos de nuevo...

—¿Puedo preguntarte algo?

—Mientras no sea para alimentar ese ego que me cae como un grano en el culo, acepto cualquier pregunta.

Guarda silencio unos minutos, el semáforo se pinta de un tono verde y esa luz es proyectada hacia el interior del automóvil, iluminando su mano sobre el volante y parte de su torso. Comenzamos a avanzar por la avenida solitaria.

—¿Entre Jason y tu hay... algo? —Pregunta y el corazón se me detiene.

¿Qué?

Me relamo los labios, después los aprieto en una fina línea en un intento de aguantar la carcajada que lucha con salir de lo más profundo de mi garganta. ¿Cómo se le puede ocurrir siquiera que yo esté saliendo con mi mejor amigo? Sí, confieso que Jason no está nada mal, pero estar con él sería como tener incesto: es mi hermano de otra madre. Sonrío y suelto la carcajada en un tono bajo.

—¿Por qué preguntas eso?

—Es que —traga saliva—, el día que te vi en el cine con él, los vi abrazados... Y pues... creí que...

—No —digo entre risas—. No hay nada entre él y yo, ¿por qué debería haberlo? Es solo mi mejor amigo.

A través de la oscuridad logro distinguir cómo su pecho baja considerablemente liberando un suspiro silencioso. ¿Por qué preguntó eso? Extiendo la mano hacia el reproductor y subo el volumen cuando comienza a sonar I'm Still Here de Sia y empiezo a cantar.