32 | A 6,000 kilómetros de la luna

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HARRY

El rostro de Hunter queda iluminado en casi toda su totalidad por la luz roja del semáforo frente a nosotros. Si hay algo que me gusta de manejar a estas horas de la noche en un pueblo como el nuestro, es que las avenidas se quedan casi vacías por completo. Tomo una enorme bocanada de aire, lo suficiente para que mis pulmones se sientan plenos.

—¿Puedo preguntarte algo, Harry? —Inquiere en un murmullo apenas audible.

Asiento una sola vez con la cabeza.

—¿Qué sucede?

—¿Por qué un sol?

Frunzo el ceño, confundido.

—¿A qué te refieres?

—A tu tatuaje, ¿por qué un sol?

Me quedo unos breves segundos que se me antojan eternos en silencio, sopesando cada una de sus palabras y sintiendo los nervios de confesarle la verdadera y única razón lo bastante cursi por lo que me hice este tatuaje hace no mucho, quizá tres meses antes de que él llegase a la preparatoria.

Lo miro de reojo y arquea una ceja.

—Si no quieres...

—No es nada del otro mundo, Hunter.

—Ah... —Retira su mirada de la mía y la centra en la avenida, donde el semáforo ya se ha puesto en verde.

No piso el acelerador, no me importa estar aquí detenido porque no hay coches detrás de nosotros esperando a que avancemos. Lo único que soy consciente que estoy haciendo es que extiendo una de mis manos hacia su barbilla, y lo obligo a mirarme nuevamente a los ojos.

La confusión lo invade por completo.

—Me hice un sol porque... llevaba tanto tiempo en la oscuridad, anhelando un poco de luz en mi vida...

—¿Y...? —Pregunta, animándome a continuar tras quedarme callado.

—Esperando que alguien se convirtiera en mi sol en la oscuridad del universo de mi interior, que me iluminase y me brindara calor... Y ahora por fin lo tengo, ¿sabes?

Alza una ceja, inquisitivo.

—Tú eres ese sol que ha llegado a iluminarlo todo, amor.

—Pero si no soy la gran cosa...

—¡Shh! —Lo interrumpo—. Nunca vuelvas a decir nada igual estando frente a mí, ¿okey? —Asiente—. Tú, Hunter, me haces sentir tan cerca del sol que te juraría por todo lo que más quiero que no temería a quemarme sólo por ti.

Una fina línea se forma en sus labios, y puedo ver a través de la oscuridad cómo sus mejillas comienzan a teñirse de un tono rojizo, profundizando así la negrura en su rostro. Se lame los labios y mi mirada se centra de lleno en ese labio inferior carnoso que tantas ansias tengo de volver a probar, saborear... beberlo como si del elixir de la eterna juventud se tratase.

Obviamente no me quedaré con las ganas.

Poco a poco acerco mi rostro al suyo, y el corazón comienza a latirme con demasiada fuerza que puedo sentir como si quisiese atravesar mi pecho y brotar al exterior para que él lo tome con sus manos, lo proteja y lo haga, de alguna manera que desconozco, suyo.

Cuando nuestras bocas se unen, una chispa electrizante estalla en ellos y no sé si sea por lo que acabo de decir que ha hecho que los sentimientos estén completamente a flor de piel, o solamente porque nos estamos dejando llevar. Pero... mi mente se nubla de una niebla densa y cegadora, donde lo único que la disipa es el brillo de sus ojos al mirarme fijamente al separarse de mí.

Su respiración se ha acelerado un poco y sonrío.

—¿Qué quieres hacer ahora? —Murmuro a escasos centímetros de él.

Su aliento se estampa sobre mis labios cuando dice:

—Una locura.

—¿Una locura?

—Sí, quiero que hagamos una locura.

—Pero si estando contigo todo es una locura.

—Menso, quiero probar a hacer algo a lo cual le tengo demasiado terror y no sólo por quedar marcado para toda mi vida, sino por lo que va a decirme mi madre cuando se entere de lo que he hecho.

Frunzo el ceño sin dejar de sonreír.

—Cariño, no sé si me gusta lo que estoy pensando que tienes en mente.

—De verdad quiero intentarlo.

—Estás demente.

Sonríe.

—Estando contigo todo es una locura, ¿no? —Repite mis palabras siendo justo el punto clave para convencerme y comenzar a emprender el viaje al sitio indicado.

Un sol... ¿y él?

Tan cerca de la luna [UE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora