El suelo de Londres casi parece deshacerse bajo mis pies descalzos. Siendo Arcángel todo resulta frío, difuso. Etéreo. Sin embargo, esta ciudad aún se esfuerza por colarse entre mis recovecos.
El oscuro cielo grisáceo augura tormenta, amenazando con descargar una fuerte lluvia que empape la calzada e inunde las aceras. Podría cambiarlo. Detener esa tempestad con tan sólo mover un dedo. Pero es Londres. Ciudad de inesperadas lluvias -torrenciales o pasajeras-, fríos aguaceros y sol menguante. Es mi Londres. Tal y como la recordaba.
Salvo por las irregularidades.
Jamás pensé que ninguno de mis ángeles pudiera volver al Cielo sin completar una misión tan sumamente sencilla. Jamás pensé que se requeriría mi propia presencia para poner fin a semejante serie de absurdos sucesos en pleno Camden Town. Mas aquí estoy: con una túnica blanca de bordes dorados, mis pies desnudos y toda una infinidad aferrada a mi incandescente alma.
Camino por la avenida principal, diligente, cuando un sutil reflejo acecha mi mirada. Me detengo frente a un escaparate de una tienda de ropa clásica. Advierto un familiar conjunto, de chaleco beige estampado, chaqueta a juego -al igual que los pantalones-, y camisa blanca. Apenas lo observo un par de segundos, en tanto lo visto y calzo. Bajo mi mirada hasta posarla en mis zapatos. «¡Llevo zapatos!» pienso, eufórico. Seguidamente, me aclaro la garganta, recuperando la compostura. Recoloco mi nueva chaqueta, sosteniéndola sobre la fila de botones con la mano derecha, y la de los ojales con la izquierda, respectivamente. Estiro la prenda antes de comenzar a caminar. Aún me cuesta controlar mi nuevo poder, capaz de vestirme ante el mero deseo de hacerlo, sin necesidad de permitir conscientemente que se desarrolle el milagro. Antes trataba más sobre sentir, y ahora sólo debo pensar.
Conforme avanzo, aprecio a qué se referían mis informantes con "irregularidades": todos los coches lucen un alegre amarillo; las tiendas de ropa se tornan clásicas, antiguas, sin un ápice de pantalones vaqueros, camisetas o calzado deportivo; las librerías se centran en obras de segunda mano; y los CDs se esfuman ante la llegada de los vinilos. Muchos comercios optan por mantener sus puertas cerradas, alegando un inminente infortunio y malos presagios.
— ¡Buenos días, mi buena señora! ¿Podría usted indicarme por dónde accedo al mercado?
La anciana de ojos negros frunce el ceño, aferrándose a su bolso, recelosa ante mi simpatía. Hasta sus cabellos grises, minuciosamente recogidos, parecen alertarse -revoltosos- ante mi presencia.
— Todo recto, baje a la izquierda —se limita a decir.
Asiento, agradecido, mientras me pongo en marcha hacia mi destino. ¿Por qué reaccionaría de esa forma? ¿No siente acaso mi inefable aura divina? Es humana. Debería sonreír, sentirse a salvo. Encontrar paz. Quizá la situación sea más grave de lo que creía.
Para cuando alcanzo las escaleras, un olor familiar se enreda en mi olfato. Me detengo. No puede ser. Busco algún atisbo -sobre el asfalto, en las terrazas, caminando aparatosamente por las calles-. Un atisbo de él.
Nada.
Mis vellos se erizan. «Fel, te lo estás imaginando» me insisto. Sacudo la cabeza, en un vano intento por alejar esa idea de mi mente.
Y camino.
Bajo los escalones, trotando, a la par que las comisuras de mis labios se alzan, complacientes. No obstante, el estridente sonido de Queen vuelve, una vez más, a estremecerme. Mi mirada barre mis alrededores: pequeños locales de objetos de coleccionismo, baratijas y vinilos embriagan los estrechos callejones. Todo parece... normal. Son precisamente estas serpenteantes callejuelas las que esconden todos estos tesoros. Sin embargo, el hecho de que también las de la avenida principal se especialicen en tocadiscos y libros o monedas del siglo XIX es lo que me escama. ¿Dónde están las camisetas de "I ♥ London" y las sudaderas de universidades británicas?; ¿en qué momento cambiaron el negocio de las fundas de móviles por bares de vino y sushi?; ¿por qué son todos los coches de un amarillo nada vanguardista?
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Nada es para siempre
FanfictionAzirafel -en calidad de Arcángel-, debe volver a Londres para encargarse personalmente de una serie de irregularidades detectadas en pleno Camden Town. Ningún ángel raso ha sido capaz de detectar su origen, o ponerles fin. Sin embargo, nuestro prota...