Un día Demien se cae a la alberca de natación del instituto, y Parker es quien lo salva, sin pensar que ese incidente marcaría un antes y después en sus vidas.
***
Demien es pésimo nadando.
Parker practica natación.
Lo que menos esperaba Demien era...
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Parker
Los pondré en contexto del porque justo en este instante estoy sufriendo una crisis nerviosa y lo más seguro es que dentro de unas horas mi cabello lo recienta —tendré un agujero calvo—.
Mañana es 21 de abril, lo cual solo significa una cosa: Es el cumpleaños de Demien.
—Joder —susurro mientras me paseo desde una esquina de mi habitación hasta la otra. Me paso las manos por el cabello y tiro de él ligeramente.
No pensé en un regalo para darle, y ahora estoy tratando de que una buena idea acuda a mi cabeza para salvarme de la soltería y el abandono que sufriré si no consigo algo urgente.
Entonces, una idea ilumina mi mente. Si hay alguien en el mundo que puede saber sobre el regalo perfecto de Demien es Sally.
Tomo mi teléfono y busco entre mis contactos hasta que doy con su contacto. Tarda unos minutos en responder, pero al final lo hace.
—¡Buenas tardes, señor pelos rojos! —chilla al atender la llamada.
—Necesito tu ayuda.
—Ni un "Buenas tardes, Sally" Que maleducado, Parker.
—Lo siento, es que es urgente.
—Te escucho. Pero advierto que mi ayuda tiene un módico precio.
Puedo ver la expresión que tiene ahora mismo sin necesidad de tenerla frente a mí.
—¿Cuál es el precio?
—Un paquete de galletas, dos de papas y un refresco.
—Solo acepto porque de verdad lo necesito —digo.
—Vale, ahora tengo miedo de que me vas a decir —susurra la chica—¿Le pusiste el cuerno a Demien? Si es así te aseguro que no te voy a ayudar, pero lo que si va a pasar es que te voy a dar una buena patada en las...
—¡Sally! ¡¿Cómo puedes pensar eso?!
—¡No lo sé! Estás muy desesperado. Es algo malo ¿cierto?
—No. Oh bueno... no sé. —Doy un suspiro—. No tengo regalo para el cumpleaños de Dem.
—Oh.
Hay unos minutos de silencio en el que ninguno de los dos dice algo.
—Eso es grave.
—¡Ya lo sé!
—¿Chocolates?
—Muy básico.
—¿Un peluche de abeja?
—No lo sé...
—¿Una pizza?
—No es suficiente.
—Lo siento señor millonario —se burla entre risas—. Déjame pensar otro poco... ¡Ya sé!
