Relatos en la oscuridad | KSJ & MYG

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Anteriormente, Yoongi había estado en lugares similares a ese; símbolos ostentosos del poder económico de ciertas personas con apellidos de renombre. Recuerda despedirse de su madre a la entradas de este tipo de lugares muchas veces. Ella siempre llevaría una sonrisa y un maletín colgando de su hombro, caminando con determinación a su trabajo como profesora privada de los hijos de grandes empresarios.

La mayoría de esos recuerdos eran borrosos, sobre todo los que formaban parte de su infancia, cuando su padre aún cuidaba de él aunque tuviese que dar clases en grandes auditorios de diferentes universidades. Yoongi era obediente y se mantenía en su lugar en uno de los asientos, con la ilusión de ir a comer helado con su padre al salir de ahí. Apenas tendría alrededor de ocho años pero para él su padre era mejor que cualquier superhéroe que pudiese salir en la televisión.

En aquel momento, su única preocupación era conseguir el helado y ver a su madre al final del día. Pero aquello había sido más de una década atrás. Ahora su mayor preocupación es caminar con la espalda derecha y no verse demasiado asustado al escuchar las risas lejanas.

—Escucha —susurra Seokjin a su oído, provocando cosquillas que se riegan por toda su espalda—, nuestra tarea es que le caigas bien a mi padre. Eso hará el trabajo más fácil, pues él es quien logra calmar el temperamento de mi madre y mis hermanos, ¿bien?

—Seokjin...

—Yoongi, van a preguntarse por qué tardamos tanto... —Seokjin trata de apresurarlo mientras entrelaza sus manos, y no es hasta entonces que Yoongi se da cuenta de que ha estado aferrado a su brazo todo este tiempo—. ¿listo, cariño?

Joder, Yoongi quiere maldecir. Siente cómo el sudor comienza a condensarse en su cuello, frío como el mismo clima esa tarde. Es obvio que hay calefacción dentro de la casa, pero Yoongi no deja de temblar. Seokjin hace que su agarre se afloje y termina por sostener la mano del otro con firmeza. Sus pies caminan por sí solos a través del largo pasillo iluminado con lámparas laterales que conducen a lo que parece ser una sala de estar. Yoongi aprieta su agarre cuando finalmente alcanzan el final.

Las conversaciones casuales se detienen en el momento en que Seokjin se hace notar con su presencia. Yoongi se siente un poco fuera de lugar con las miradas sobre él, algunas un poco más intensas de lo que esperaba en un principio.

—Hola a todos —Seokjin saluda con una gran sonrisa y un breve suspiro. Yoongi no sabe dónde poner su vista, por lo que la recorre rápidamente por el grupo de personas reunidas en la sala—. Es agradable verlos de nuevo.

Hay un silencio bastante notable, unos segundos que para Yoongi parecen horas. Tiene la pequeña esperanza de que sólo sea un sueño incómodo, como los que tenía de adolescente, cuando su peor pesadilla era asistir al instituto con los zapatos incorrectos.

—¡Seokjin-ah! —una mujer es la encargada de romper el silencio mientras corre hasta Seokjin. Yoongi se aparta un poco para que la mujer pueda envolver en un abrazo a su novio—. ¡Yah!, ¿cómo es que has logrado venir? Pensé que estarías muy ocupado —la chica habla sin dejar de abrazarlo.

—Nos tomamos unos días libres —habla por fin Seokjin, separándose un poco de la mujer que le sonríe ampliamente—. He traído compañía.

—Oh, desde luego que lo he notado. —ella le sonríe a Yoongi antes de atraerlo en un abrazo, con la misma efusividad. Yoongi trata de no parecer incómodo, aunque la chica le parece agradable. Tal vez estaría mejor si no sintiera la mirada intensa de los otros presentes sobre él.

Yoongi saluda a cada miembro de la familia con su mejor sonrisa social, acompañada de los mejores modales que ha heredado de su madre. La chica que se había acercado a saludar a Seokjin con tanta emoción era Heeyeon, su hermana mayor, quien presenta a su mellizo, Heesun y a su esposa, cuyo nombre Yoongi olvida unos segundos después de escucharlo. Heeyeon los invita a tomar asiento mientras esperan a sus padres, que se han excusado por un momento.