Daemon se despertó en plena madrugada, sobresaltado por los gritos angustiados de Aegon que no cesaban. Sin dudarlo, se levantó aún con su camisón de seda puesto. Aegon le dijo que Aemond estaba herido, y el corazón de Daemon se aceleró.Corrió hacia la sala del trono, empuñando Hermana Oscura. Al abrir las puertas, se encontró con su sobrina Rhaenyra y sus hijos. El menor, Luke, estaba aferrado a su madre, con sangre brotando de su nariz. Detrás de Laenor estaban sus sobrinas, ahora huérfanas. La atmósfera era tensa, los rostros reflejaban miedo y desesperación.
Sus ojos buscaron frenéticamente a su hijo. Allí estaba, sentado cerca de la chimenea, con el maestre cosiendo lo que Daemon inicialmente creyó una herida menor. A su lado, Ser Criston Cole, como su espada jurada, vigilaba la escena. La luz del fuego iluminaba la expresión pálida y dolorida de Aemond, su rostro crispado por el sufrimiento.
Cuando se acercó y vio la cuenca vacía de su hijo siendo cosida, su sangre se heló. La furia lo invadió. ¿Quién se había atrevido a tocar a su hijo? La rabia llenó cada fibra de su ser, mientras su mente se nublaba con pensamientos de venganza.
Daemon se arrodilló y tomó la mano de Aemond, quien lo miraba con su único ojo, lloroso por el dolor.
—Oh, mi amor —susurró con voz quebrada—. ¿Quién fue? —preguntó suavemente, pero Aemond no respondió. Su silencio decía más que mil palabras, reflejando el miedo y la lealtad inquebrantable hacia su familia.
Daemon se levantó y miró a Ser Criston con una determinación feroz.
—¿Quién fue? —preguntó nuevamente, su voz ahora oscura y amenazante, resonando en la sala como un trueno.
—Daemon, hermano —el rey Viserys intentó intervenir, pero Daemon no le prestó atención. Estaba más preocupado por saber quién había lastimado a su hijo. La presencia del rey no significaba nada comparada con la furia de un padre herido.
—¿Quién fue, Ser Criston? Le he hecho una pregunta —el caballero miró al hijo menor de la heredera al trono, y Daemon enfureció. Dirigió su mirada hacia Rhaenyra, quien ocultaba a su hijo detrás de ella.
—¿Cómo te atreves? —exclamó con voz de acero, cada palabra impregnada de odio y resentimiento.
—Tu sobrino insultó primero a mis hijos y osó robar a Vhagar cuando todos saben que Laena quería que una de sus hijas lo tuviera —replicó Rhaenyra, intentando evadir la mirada de su tío—. Hay que investigar de dónde escuchó Aemond el insulto con el que se atrevió a poner en duda la legitimidad de mis hijos. Su voz temblaba, pero sus ojos desafiaban a Daemon con una mezcla de temor y desafío.
Viserys dirigió su mirada a su hijo Omega.
—¿Dónde escuchaste esa palabra, muchacho? —preguntó, pero Aemond no respondió. Lo miró fríamente con su único ojo, decidido a no traicionar a su madre. El silencio del niño era un grito de lealtad y protección hacia su familia, un escudo contra la ira de su padre.
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Ellos también importan
FanfictionLa reina Alicent Hightower había muerto durante el parto de su último hijo. Aquella noticia había tomado por sorpresa a todo el reino. Daemon no dejará que sus sobrinos mueran solo por ambición.