Cuando se anunció la muerte de la Reina Consorte Alicent Hightower durante el parto de su cuarto hijo, un gran revuelo sacudió todo el reino. La noticia se extendió rápidamente por cada rincón, desde las tierras de los ríos hasta el norte helado, causando consternación y tristeza entre algunos, mientras que otros murmuraban en secreto, sintiéndose aliviados por la desaparición de la reina. Fue despedida como una Targaryen, en una ceremonia grandiosa y solemne. Para sorpresa de muchos, el dragón que encendió la pira funeraria fue Caraxes, el dragón del príncipe rebelde Daemon Targaryen, un gesto que dejó perplejos a los presentes y alimentó las habladurías sobre la naturaleza de la relación entre los miembros de la familia real.
En la Fortaleza Roja, el ambiente estaba cargado de tensión. Las sombras de los dragones parecían alargarse más, como si la propia esencia del lugar hubiera sido tocada por la tragedia. Mientras tanto, en los aposentos del rey, se desarrollaba una escena sombría.
—El niño tiene mala salud, señor. No acepta la leche de las nodrizas. Si no come lo suficiente, a este paso el bebé morirá —informó el maestre, con el rostro marcado por la preocupación y el cansancio. El rey, sin embargo, permanecía impasible, mirando por la ventana con la vista perdida en el horizonte, aparentemente indiferente al destino de su recién nacido.
—Retírate —ordenó el rey, su voz fría y distante. Aunque el maestre quiso insistir, no se atrevió a desobedecer la orden y se retiró, llevándose consigo una creciente preocupación.
Daemon, que había estado escuchando todo desde detrás de la puerta, sintió un nudo en el estómago. Se cuestionó si a su hermano siquiera le importaban sus otros hijos. Ya conocía la respuesta, pero cada vez que se enfrentaba a la realidad, la amargura volvía a invadirlo.
—Viserys —saludó al entrar en la habitación, su tono cargado de una mezcla de resentimiento y tristeza. El rey se volteó, sorprendido al escuchar la voz de su hermano. No esperaba verlo allí en ese momento.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Viserys, tratando de ocultar su sorpresa con una expresión de autoridad.
—¿Has visto a tus hijos? —preguntó Daemon, ignorando la pregunta del mayor y yendo directamente al grano.
—Lo he hecho —mintió descaradamente Viserys, su voz careciendo de la convicción necesaria para ser creíble. Esto solo enfureció más a Daemon. ¿Cómo se atrevía a mentirle a él, su propio hermano, sobre algo tan evidente?
—Bien —dijo Daemon, dándose media vuelta, dispuesto a salir de la habitación. No tenía tiempo ni paciencia para lidiar con las mentiras de Viserys. Pero antes de que pudiera cruzar la puerta, la voz de su hermano lo detuvo.
—Iré a Rocadragón a ver a Jacaerys, el hijo de Rhaenyra. ¿Quieres venir? —Se escuchaba una nota de esperanza en la voz de Viserys, una esperanza que solo enfureció más a Daemon. ¿Cómo se atrevía a tratarlo así después de todo lo que le había hecho?
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Ellos también importan
FanficLa reina Alicent Hightower había muerto durante el parto de su último hijo. Aquella noticia había tomado por sorpresa a todo el reino. Daemon no dejará que sus sobrinos mueran solo por ambición.