Capítulo 6. La batalla de los neófitos

42 6 0
                                    


La loba ingresó al bosque para cambiarse mientras Aurora esperaba a que regresara. Tardó unos instantes y estuvo a punto de perder el interés cuando la mujer apareció en su forma humana. Su corazón latía deliciosamente, por lo que trató de ignorarlo y centrarse en ella. Tenía que reconocer que le sorprendió al presentarse en su forma humana algo inusual porque Aurora era una vampiresa. Era la primera vez que la veía en su forma humana y era preciosa: tenía el cabello corto y negro, una figura atlética y la piel cobriza. En su hombro derecho tenía la marca que indicaba que pertenecía a la manada. 

— ¿Qué haces aquí? —repitió. Ella arqueó una ceja y mantuvo la distancia.

— Me sonreíste —respondió con voz fría y hostil—. ¿Por qué?

— Jacob le dijo a Bella que eres un poco amargada —comentó Aurora, cruzaba de brazos—. Una sonrisa no le hace daño a nadie —añadió.

— Estúpido Jacob —admitió negando con la cabeza—. Él dijo que tú eres rara... antigua.

— Lo soy —reconoció. Era incluso más grande que Carlisle, quien era el mayor de los Cullen. Rara, dependiendo de quién lo preguntara. Leah se mostró tensa—. ¿Te asusta?

— ¿Debería? —preguntó de vuelta. Aurora se encogió de hombros sin darle una respuesta concreta— ¿Acaso mi presencia no te molesta? —inquirió la loba.

— ¿Debería? —repitió su pregunta. Leah dibujó una mueca que trató de asemejar a una sonrisa.

— La mayoría lo hace, no ser deseada no es algo nuevo para mí. —musitó y la vampiresa detectó cierto dolor en sus palabras.

— ¿Y por qué? —preguntó Aurora con curiosidad— No creo que seas mala compañía.

— ¿De verdad? — se sorprendió. La castaña asintió. Aurora tomó asiento en el suelo, después le hizo una seña a Leah para que se sentara. La loba dudó unos instantes antes de sentarse frente a ella. Leah le contó su historia. Sam Uley, el alfa de la manada a la que pertenecían Jacob y ella, fue su novio. Se amaban y eran felices hasta que Sam desapareció sin decir nada. Leah no supo nada de él, sufrió mucho por su partida. Su prima Emily siempre estuvo ahí para ella. Cuando Sam regreso, Leah se puso contenta, pero aquella felicidad no duro lo suficiente, apenas unos días hasta que Sam se imprimó de Emily. Aquello dejó devastada a Leah, pero no había sido a apropósito. La loba se sinceró con la vampiresa y cuando terminó, vio sus ojos vidriosos, estaba reprimiendo el llanto. 

— Escuché que comparten sus pensamientos. Asumo que no puedes dejar de pensar en ello y...

— Y ellos escuchan, les molesta, pero me toleran. Deben vivir con nuestro drama, no podemos romper la conexión —completó Leah, con un suspiro—. No tengo muchos amigos. —agregó con un suspiro.

— Antes que llegará con los Cullen, yo estuve un tiempo sola, tenía amigos como yo, pero no podía estar con ellos —compartió a su vez—. No era por gusto, pero estar conmigo era... peligroso. Cuando le dije a Carlisle mi situación y lo que quería, se ofreció a ayudarme y su familia me abrió las puertas —siguió contando—. Estar sola no es malo, pero tampoco es sano. Así que te ofrezco mi amistad.

— ¿Hablas en serio? —cuestionó sorprendida por las palabras de Aurora. Dudó unos instantes, la confusión adornaba su rostro.

— Creo que no somos muy distintas, Leah. —replicó Aurora.

— Creo que no. —afirmó Leah. Aurora extendió su mano y la loba la estrechó.

El tiempo transcurrió rápidamente, el amanecer iluminó el claro y los rayos del sol hicieron destellar la piel de la vampiresa como diminutos diamantes. Ambas se despidieron para cada quien ir a su casa. Al llegar a casa, Rosalie arrugó la nariz.

Nox Sanguinem: Aurora CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora