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"No, no y no."
—Samantha.

¡Le había pedido un beso!

¿En qué mundo vives, Samantha? Esto no es el Maravilloso Mundo de Disney donde los sueños se hacen realidad, quise gritarme. Y si así lo fuera, mi sueño seguiría sin ser cumplido.
¿En qué cabeza entraba que Abril fuese a besarme? Sí, sólo en la mía.

Volteé el cuerpo hacia otro lado, desprendiéndome de la imagen de ella alejándose, y apreté los dientes.

¿Y si le hubiese pedido un beso?

¿Me lo habría dado?

¿A mí?

No, no y no. Era obvio que no. Tremendamente fantasioso. Mucha imaginación en una escena. Jamás de los jamases ocurriría eso. Y era una idea caótica. Pero ella había dicho que besarme sería fácil, ¿no? «Besarte sería como respirar para mí». ¡Respirar, Samantha! Ella sólo lo había dicho porque sabía que yo era una cobarde y que nunca le pediría algo así. Era una solución racional a la descabellada proposición de Abril, claro que sí. Y también había dicho que besaba a todo aquel que pasaba por delante de ella.

¡Mierda!

Tendría que ignorarla con más coraje, no importaba si me sostenía de la remera, si se aferraba a mis pies, si me bloqueaba el camino, si me ataba o intentaba secuestrarme desmayándome con cloroformo... tenía que evitarla.

Evitar, evitar, evitar.

El mantra se repetía en mi cabeza como si fuese la última canción de moda. Desde el día anterior que tenía en mente un solo plan, y a diferencia de siempre, no era "obtener un A+ en todas mis clases", sino "evitar a Abril costara lo que costara".

La noche había sido tediosa, en mi mente seguía persiguiéndome la voz de ella ofreciéndome un beso a cambio de la vergüenza por la que yo había pasado.

Y mientras conducía en el increíble Mitsubishi de mi hermana mayor camino a la preparatoria, no podía dejar de preguntarme quién ganaba y quién perdía con aquella sugerencia del beso.

Obviamente sólo ganaba yo.

Aunque Abril pensara que era al contrario.

Una vez que hube estacionado el blanco y nuevo auto de mi hermana, bajé y me apresuré a entrar al salón, el segundo timbre de entrada había sonado. El resto del día fue un borrón de imágenes dispersas. La profesora de Literatura hablando de su infancia "nutrida" de libros. Raul tirando papeles en las cabezas de todos. Sara mascando chicle al desagradable estilo estiro-con-el-de do-y-lo-meto-nuevamente-en-mi-boca. Alex mirándome de a ratos, apretando sus manos y fregándolas en sus ojos en una imitación de mí llorando, ¿jamás se olvidaría de ello?, y un par de otros festejándole la broma.

Y Abril, ella...

¡No la mires, Samantha! Cerré los ojos y seguí escuchando la voz de la profesora hablando del cuarto libro que leyó en su lejana infancia...

—Pss.— Oí que siseó alguien.

—-Ya me levanto.— Murmuré, dando manotazos a mi alrededor con los ojos cerrados.

—Pss, despierta.— Insistió la misma voz.

—¿Voy tarde a la prepa? ¿Qué hora es?.— Balbuceé, sintiendo mi mejilla derecha sobre algo duro y fresco.

—Yo diría que vas a tarde a tu casa. Son las 15:10.— Me sorprendió la voz, siendo más alta y delatando una pizca de diversión.

De repente, abrí los ojos y parpadeé fuertemente mientras levantaba la cabeza hacia la voz.

Estúpida Rivera || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora