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"Mi nombre es Abril y hago llorar  a los nerds."

—Abril

—¿Quién agarro mis libros?.— Preguntó Samantha a todos alrededor.

El salón quedó en pleno silencio.

Alcé la vista, desinteresada, y volví a concentrarme en el color escarlata de mi esmalte para uñas. Alguien tendría que inventar un aplicador de esmalte, pensé.
Odiaba tener que retocarlo cada dia.

Escuché algunos murmullos, y luego unos pasos firmes que se acercaban a mi.

—Devuélvemelos.— Exigió una voz a mi lado, pero seguí inmersa en lo mío.— Dije que me los devuelvas.— Repitió con mayor énfasis.

Cuando me di cuenta que se dirigía a mí, la miré. Ahí estaba Samantha Rivera, intentando verse autoritaria, y fallando miserablemente. Podía que su rostro fuese anguloso, y que sus rasgos proclamaran feminidad, pero su mirada de cachorro mojado y sus cejas de bebé le hacían perder cualquier rastro de mala que quisiese demostrar. Excepto por su pelo rubio y café, que era lo único llamativo de ella, su rostro gritaba: ¡Soy nerd!.

—¿Devolverte qué?.— Balbuceé, bajando la vista desde su rostro hacia la sudadera gris, el pans negro, y sus tenis blancos.

—Mis libros.— Reclamó. Levanté la mirada con rapidez, y un tinte rojizo se arremolinó en sus mejillas.

—¿De qué libros hablas?.— Indagué, mirando a cada uno de mis compañeros, que lucían expectantes de mi reacción.

—Los que tenía encima de mi escritorio, tú me los quitaste. ¡Devuélvemelos!.

Escuché unas cuantas risas alrededor, las cuales parecían deleitarse ante la escena frente a sus ojos. Así que querían una escena, ¿eh? ¿Qué más se podía decir de mí?, me pregunté. Al fin y al cabo, lo peor ya lo habían dicho, ¿Qué tan malo podía ser que me tomarán como roba libros?.

—No te los devolveré, sabelotodo.— Dije con arrogancia, soplando las uñas de mis manos, en una increíble actuación de verdadera perra.

A Samantha nunca antes le había hablado, es decir, jamás existió, ni existirá, un punto de convergencia entre la perra y la nerd de la preparatoria. Desde que habíamos comenzado la escuela, ella vivía encerrada en su mundo; entre páginas de libros, supongo. Y en tres años que llevábamos cursando las mismas clases, nisiquiera me había tomado el tiempo para burlarme de ella y sus estúpidas cosas de niña inteligente. Quiero decir ¿Por qué habría de tener tiempo para Samantha, cuando podría estar teniendo sexo con medio mundo, abortando mis embarazos, rompiendo cosas a mi alrededor, y sobornado a mis profesores?
Irracional, sí.

—Los necesito.— Se quejó Samantha, entonces cuando la miré, tenía la mirada baja y escuché sollozos. ¿Estaba llorando?.
Mierda, no.

El resto de mis compañeros comenzó a reírse, y al instante, quise retractarme de haberle contestado de ese modo.
Sabía lo que era que la gente se riera de uno. Horrible. Lo había vivido mis primeros años de la preparatoria, todos murmuraba a mis espaldas cosas hirientes. Había llorado a mares cuando llegaba a mi casa. Hasta que me había acostumbrado, no a llorar, sino a ignorar.

Pero ahora era yo la que había hecho sentir mal a otra persona, y yo no era así.

—Felicitaciones, Abril.— Festejó una voz a lo lejos.— Acabas de hacer llorar a una chica.

Giré mi cabeza en ciento ochenta grados y clave mis ojos en Alex. Maldito idiota, quise gruñir. No entendía como me había enamorado de él años atrás; quizás me habían cautivado sus deslumbrantes ojos castaños, pero no podía justificar que me atrajese su nulo sentido del humor, ni esa arrogancia que se escondía en cada una de sus incipientes sonrisas. Agradecí el momento en que se beso con Diana, lo había odiado tanto que terminé desenamorándome. Gracias al cielo.

—Eres el próximo en mi lista.— Le aseguré, adoptando un tono que más que amenaza advertía una promesa.

—Inténtalo perra.— Gruñó, lazandome un guiño.

Rodeé mis ojos y volví mi vista adelante para encontrarme con que Samantha no estaba. No había rastro alguno de ella.

—¿Quién le quito los libros?.— Pregunté, sabiendo que alguien le había jugado una broma.

—Tú.— Acuso Sara, enrollando su cabello con su dedo.

—¿Quién le quito los libros?.— Repetí ignorándola.
Nadie respondió.—Respondan.— Exigí, sin saber por qué su silencio me molesta tanto.

—Fui yo.— Dijo repentinamente Raul. Claro que había sido él, imbécil. ¿Cómo no lo supuse?. El maldito bravucón riéndose de la indefensa nerd. ¡Que original!.— Solo quería saber si la tímida Samantha sería capaz de hacerte frente.—Se rio.

—¿Por qué le dijiste que había sido yo?.— Masculle, insegura de preguntar.

—¡Qué perra!.— Escupió, ,mirandome con desagrado.—Como se nota que eres engreida, ¿eh? Nisiquiera miras a tu alrededor. Para ti todo es "yo esto, yo lo otro". Yo, yo, yo. Típico de perras como tú.— Agregó meneando la cabeza.—Estas tan sumida en tu propio mundo que no te das cuenta que la tonta y tímida nerd a la que acabas de insultar esta patéticamente enamorada de ti.— Canturreó con tono meloso.

¿Es enserió? Reí con fuerzas.

No les bastaba con decir que era asesina, que mataba a los niños que llevaba dentro de mi barriga a causa de inexistentes relaciones sexuales, que hasta inventaban rumores acerca de una nerd enamorada de mi. Increíblemente penosa mi vida, sí.

—Dejate de estupideces, Raul.— Pedí sin poder esconder mi indignación, y a la vez, incapaz de contener mi risa que me causaba tal disparate.— Y por favor, devuelvele los libros a Samantha.

—¡No me digas que ahora te preocupa una ilusa llorona!.— Exclamó Alex, interviniendo, y haciendo presente su tono sarcástico.

Arqueé mis cejas con repugnancia.

—Claro que no idiota. Solo no quiero que mi conciencia cargue con la culpa de haber hecho llorar a una nerd.— Dije escéptica, y me senté correctamente mientras veía como la profesora de Historia entraba al salón.




Estúpida Rivera || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora