Techno, un profesor de astrología, está en un apuro por ir a comprar flores. Al llegar al vivero se encuentra con un chico de ojos verdes que hace a su corazón revolotear.
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Al día siguiente, Techno despertó con un destello de sol golpeando su rostro. A pesar de la falta de sueño, había una nueva energía en su paso, una determinación que había tomado forma en la conversación con los amigos de Dream. A pesar de que su mente y cuerpo estaban cansados, había algo en la anticipación de lo que estaba por venir que lo mantuvo en pie.
Frotando sus ojos con sueño, Techno se levantó de la cama y se estiró. Había estado despierto hasta tarde, planificando meticulosamente cómo llevaría a cabo su sorpresa. El recuerdo de la charla con los amigos de su amado seguía fresco en su mente, y había compartido sobre las preferencias que tenía. Naturaleza, colores, detalles, paz. Todas estas palabras resonaban en su mente como un mantra mientras comenzaba a trazar los detalles de su plan.
Se sentó en su escritorio, rodeado de hojas de papel y bolígrafos de colores. Era como si estuviera elaborando un mapa cuidadoso hacia el corazón de Dream, y cada idea que tomaba forma en el papel lo acercaba un poco más a su objetivo. A pesar del cansancio que pesaba en sus párpados, cada línea trazada, cada palabra escrita, lo llenaba de emoción renovada.
Y en medio de sus planes y pensamientos, no podía evitar que su mente divagara hacia él. Cerró los ojos por un momento, dejando que la imagen del rubio ocupara su mente. Recordó sus ojos verdes, llenos de vida alegría. Su presencia que iluminaba cualquier habitación en la que entrará. Cada pequeño detalle, desde las pecas en su rostro hasta el brillo de sus rizos dorados, estaba grabado en su memoria.
La combinación de anticipación y anhelo lo llenó de un cálido hormigueo. Cada pensamiento de Dream lo hacía sonreír y sentir que todo el esfuerzo que estaba poniendo en su sorpresa valdría la pena. El cansancio en su cuerpo comenzaba a desvanecerse ante la emoción que ardía en su pecho.
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Con más determinación que nunca, decidió que sería el momento de pedir ayuda. Levantanse del escritorio, y con pasos veloces bajando las escaleras encaminado hacia la sala de estar, donde Tommy estaba viendo la televisión y Wilbur, como el gran cocinero que era, intentando (y fallando exitosamente) en cocinar el desayuno.
