Capítulo VI

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| Sexta Entrada |


El ritual que habían hecho, debería atraer a aquella única criatura que podría ayudarlos a contener todo el mal que este ser estaba ocasionando. Los cuatro magos podían sentir el electrizante repiqueteo de la magia en su máximo esplendor.

El poder que podía sentir era exorbitante. El Señor de la Luz, mencionó unas líneas del poderoso hechizo de invocación, uno jamás dicho anteriormente y en una lengua extinta y desconocida, su concentración era tal que, aún de temblarle los pies y sentir el hormigueo en sus manos, no flaqueó, todo estaría terminado y hundido en las tinieblas al momento de rendirse.

El viento dio fuertes sacudidas alrededor de ellos, mientras que una ligera llovizna se hizo presente, la tierra hundía sus pies con lentitud y el fuego de las pocas velas aumentaban su tamaño considerablemente, demostrando, ante la lluvia y el viento que no podría ser apagado con facilidad, los cuatro magos, El Señor de la Luz y su aprendiz, el Señor de la Oscuridad y su aprendiz soportaron eternos minutos antes de que todo se detuviera abruptamente.

El tiempo y el espacio dejaron de existir. Abrieron los ojos en sorpresa, sin ser conscientes de cuándo habían sido cerrados.

Lo que vieron...los dejó impactados. El ritual había funcionado.


|Sexto Capítulo | Emocionante


Harry corrió directamente hacia su oficina, si bien las juntas siempre eran tediosas, ésta le había dado algunas pistas de cómo los inefables activaban el hechizo conjunto para poder cerrar el portal. Así que ahora estaba corriendo, siendo el primero en salir de la sala de juntas para dedicar el resto de la tarde a entender toda la documentación que tenía. E incrementar éste mismo documento con las experiencias de los aurores, organizaría un listado de las dudas que surgirían y volvería a entablar conversación con los oficiales para llegar a un entendimiento más completo.

Su mente gritaba de emoción, mientras cerraba la puerta y empezaba a borrar cosas inútiles de sus notas y la pizarra que tenía, llenando y cambiando cada cosa que veía y estaba mal.

.-.-.-.

De alguna...manera, todo había dado un gran giro, uno que hizo tirar todo en un gran desorden, en algún momento había cerrado los ojos dentro de su pequeño armario y al siguiente...había abierto los ojos en un cuarto luminoso, blanco y con grandes ventanales que dejaban pasar la brisa veraniega. Por un momento solo se quedó ahí, recostado, dándose cuenta que el sentimiento de dolor se había ido y fue reemplazado por una incomodidad sorda.

Levemente se sentó, mientras tocaba su rostro, lo sentía caliente, y ahora se daba cuenta que todo a su alrededor estaba un poco borroso, su vista había mejorado después de hacer aquel ritual, aunque no se había arreglado por completo, miró alrededor notando la falta de sus lentes, aún así trató de encontrar la puerta del baño, encontrándose casi frente a él, solo que un poco a la derecha, más cerca del ventanal.

Se levantó, notando una tensión que antes no sentía en todo su cuerpo y se dirigió a pasos tambaleantes al baño.

-Oh, Merlín-. Escuchó la exclamación de una enfermera cuando estaba por recostarse nuevamente en la cama, se sentía cansado. -No deberías levantarte-. La escuchó con un tono lastimero, parecía preocupada.

-Quería ir al baño-. Su voz se escuchaba levemente ronca. -¿Dónde estoy?

-No, cariño, no deberías levantarte, hay muchas pociones en tu sistema, me sorprende que lo hayas hecho. Estás en el Hospital San Mungo, ¿No sientes dolor?

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