Ese árbol.

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Salí de la gran mansión y pude sonreír. Verdaderamente a simple vista esa era una familia perfecta. Tome dirección al pueblo por el mismo camino de la noche anterior, en el camino divise un paisaje que acaparo toda mi inmensidad, me acerqué y adelante de mi se posaban unos sauces. Corrí delicadamente cada rama de estos para así tener una mejor vista, y al hacerlo descubrí ese árbol, medio rojizo y deslumbrante, me atrapo por completo su belleza, tenía eso algo distinto que buscaba.

Lo admiré desde cada parte del tronco hasta sus hojas, las tocaba y mi cuerpo se encendía, me quemaba por completo. Me estiré al lado mirando el cielo y conseguí dormirme profundamente. Al despertar no recordaba como llegue allí, miré hacia el frente y vi una cascada que daba a una laguna, de colores cristalinos y se podía ver el reflejo del árbol. De pronto vi a Alán dentro de la laguna y antes de que pudiera moverme me grito.

-Hey!, vente al agua conmigo-

Lo vi venir y me quede un segundo embobada por tal Adán, pero desvíe mi mirada y salí corriendo del lugar, sin mirar atrás hasta que regresé al camino. Parecia una verdadera odisea poder escapar.

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Del hambre llegue a la mansión sin poder recorrer el pueblo, estaba sola en tan gran lugar pero aun así estaba soñolienta y decidí dormir un rato. Al recostarme en la habitación mis pensamientos me llevaron al instante en que vi a Alán completamente desnudo. Literalmente este Adán me quitaba el sueño y solo pensaba en tenerlo, por primera vez quería tener a alguien.

La puerta se abrió lentamente.

-Amanda- dijo Alán.

-No te preocupes, no le contaré a nadie lo que vi- trate de decir sin imaginármelo desnudo.

-No es eso, sino que estabas junto a ese árbol... y pues siempre he creído que posee magia-

-La verdad no losé, a mi solo me pareció bello-dije.-Y en cuanto a lo otro, la verdad no entre a la laguna porque nunca he visto a un hombre desnudo y menos he de compartir con alguno, mi impulso fue correr-agregue.

-Tan dulce que eres-

-Ni que fueras a comerme- reí.

Se sentó frente mío en la cama, me empujo bruscamente, me beso los labios y comenzó con algún tipo de caricia. En mi mente surgían muchas dudas, ¿continuar con el acto y perder mi inocencia solo por el miedo de quedarme sola o parar con el placer del momento?, me decidí por darle un manotazo antes de que comenzará a quitarme la ropa.

-No Alán ,no- empujándolo.

Alán continuo.

-Alán basta, no soy una cualquiera- dije enfurecida. Y él se detuvo.

-Vete!!! No quiero verte ahora!!!- Y así como entró a la habitación se marcho.












La soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora