Plus ultra

VII. Qué dolor de cabeza.

Cuando despertó, tenía la extraña huella de imágenes que no tenía claro si eran sueños o no.

Resopló nada más notar que estaba despierto, sin abrir todavía los ojos. No le había sonado la alarma y esperaba con todas sus fuerzas que fuera porque todavía no tuviera que hacerlo y no porque se hubiera quedado dormido. Solo había faltado a un par de clases esa semana y le resultaba incluso vergonzoso sentirse tan mal.

Mientras se desperezaba y se revolvía en la cama con la desagradable sensación de que no había dormido lo suficiente, empezó a ubicarse y saber en qué día estaba y qué había ocurrido el día anterior. Vale. La cena con sus amigos. Los dos orgasmos con Vito. El viaje en coche de vuelta a casa. Kenickie y Audrey gritando Without Me de Eminem en una discoteca y lo mucho que se le abrió la boca al verlos. Brie haciéndose mayor y emo. Su piso lleno de torres de latas vacías de cerveza y su madre persiguiéndolo por toda la ciudad al verlo. Se podía imaginar cuáles eran los sueños, aunque no estaba muy seguro.

Estaba pensando seriamente en volver a quedarse dormido, a pesar de que la luz del día ya entraba por la ventana y no serían más de las nueve, pero de pronto un ruido estridente y repetitivo inundó la habitación. Ahí estaba la alarma.

Se estiró perezosamente para alcanzar el móvil y apagarla. Eran las nueve y media y tenía clase en una hora y media. Había tiempo de sobra. Aun así, se mentalizó y se incorporó. Salió de su habitación tras haberse puesto una camiseta, hizo pis, se enjuagó un poco la boca, se echó un poco de agua en la cara para espabilarse y se dirigió a la cocina. No iba a despertar a nadie más porque ya le habían dicho que no irían a clase.

Pero de camino a la cocina, escuchó algo en el salón. En concreto, respiraciones y ronquidos suaves. Neil frunció el ceño antes de volver la cabeza hacia los sofás y que casi le diera un infarto por la imagen que allí le esperaba.

Había dos personas durmiendo en su salón. Ninguna sorpresa. Él mismo lo había hecho ya. El problema era que no eran ninguno de sus compañeros de piso, sino Kenickie (esperable y aceptable, le caía mal pero entendía qué hacía allí) y Audrey (gritos internos de inenarrable sorpresa y pánico). Y él medio desnudo.

Me cago en mi puta madre.

¿Qué cojones hacía Audrey allí?

Su cerebro se había despertado por la bofetada y empezaba a ir muy rápido, igual que su corazón, que latía tanto y tan fuerte que casi le dolía. No había tardado mucho en llegar a la conclusión de que aquello tenía algo que ver con el recuerdo que tenía de ellos dos rapeando la canción por la que a Neil empezó a gustarle Audrey de manera seria. No era un sueño. Llevaban la misma ropa. Recordaba que estaban en un sitio oscuro con luces de colores, parecía una discoteca. ¿Un vídeo, tal vez? ¿Quién se lo habría mandado? ¿Daryl, Colette?

Iba a desbloquear su móvil y revisar entre sus chats más recientes, pero el sonido de una puerta abriéndose lo distrajo. Colette, en un pijama de dos piezas de satén lila, salía de su habitación con una expresión blanda en la boca, casi una sonrisa tranquila.

—Oh. Buenos días —le dijo con tranquilidad.

¡¿Buenos días?! A Neil iba a darle un infarto. Ni siquiera iba a preguntarle qué narices hacía despierta a las nueve y media de la mañana después de una noche de fiesta.

—Sí. Buenas. ¿Me explicas qué es esto? —le preguntó en un susurro con el objetivo de ir al grano y no despertar a ninguno de los que dormían en sus sofás.

Colette observó calmadamente la imagen y se encogió de hombros.

—A Ken ya lo conoces y Audrey es una chica que nos presentó el primo de Ken hace unos días y que nos cayó genial. Se quedaron aquí a dormir cuando llegamos porque íbamos todos bastante... regular —le explicó como si nada.