arde

11 3 0
                                    

Enloqueció. Enloqueció y lo quemó todo, desde el muro de piedra al techo de madera, a cada uno de los cristos expectantes de las paredes. Lo quemó. Todo. Desde el convento hasta su piel. Hasta sus entrañas ya podridas de tanto pensar. Enloqueció. Y besó a cada una de las hermanas que la condenaron y las quemó.
Se quemó a ella misma pero de eso hacía tiempo ya. Ella ya era cenizas. Cenizas enmohecidas, que ya no podían arder. Pero igual ardió.
Y ella enloquecida, y el fuego quemó, y las hermanas gritaron, y los cristos, los cristos siempre impasibles.

Rosario en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora