Como equipaje se había llevado mi fe, la piel de mis rodillas, mi cordura.
Ella lo había incendiado todo, huyendo en el acto, y yo era
cenizas,
la llama ardiente
y sin embargo el único vestigio físicamente intacto.
Ahora me sentaba en los bancos de la capilla, deseando volver a aquel tiempo en el que Dios no tenía su mirada, sino que me resguardaba de ella.
Ahí estoy yo, vacía.
El amor se convirtió en cólera y tras el huracán solo queda una calma claustrofóbica.
Por primera vez soy consciente de mí misma.
Me repugna.
No me siento humana.
¿o me siento demasiado humana entre seres sagrados y divinos?
(divinos pero egoístas)
Si pudiera me ataría a una roca y dejaría que el águila mañanera me arrancara el hígado. Eso me pasa por jugar con fuego siendo serrín.
¿Soy egoísta si no quiero salir de este abrazo ya frío?
¿Puedo decir que ella lo fue al revolverlo todo y odiarme por no ser tanto como ella?
Dejo de preguntarme y miro a la nada, al cristo vacío, dejo que el aire con olor a madera polvo e iglesia inunde mis pulmones, buscando el regreso.
Pero no, jamás podrá volver.
Ni Dios ni Ella.
Y no, jamás podré salir. Vivo encadenada a este templo maldito, a su divino templo maldito.
ESTÁS LEYENDO
Rosario en llamas
Diversos[esto es más una motivación para soltar lo que no se dice, y escribir más a menudo, solo eso, tal vez no tenga gran calidad] una serie de personajes tal vez más cuerdos de lo que deberían estarlo. mezclo problemas mentales, con lo católico, y la bus...