Capítulo 03

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03 

Claris

Pensaba en si llamarlo o no.

Alternaba mi miraba del número escrito en mi libro al celular que me dio.

Mi mente ideaba varias alternativas sobre que debía hacer porque:

Quería llamarlo.

Quería escuchar su voz.

Quería tener contacto con él.

Pero a la vez no.

Nunca me había pasado esto. Y era extraño.

Había ese algo en mí que me decía que no lo hiciera, pero esa otra parte que me impulsaba a hacerlo.

Sin más titubeos marqué aquel número y esperé a que sonará unos segundos. Cuando estaba a nada de colgar, contestaron.

—¿Claris? —escuché su voz. Y fue totalmente diferente a como me imagine que sucedería porque los nervios regresaron y me quede muda.

Alejé el celular de mi oído y colgué.

¿Qué había hecho? ¿Lo había llamado?

¿Estaba loca?

No habían pasado ni seis segundos cuando ya estaba llamando de vuelta.

Analice su número en la pantalla.

Espere unos segundos, exhale despacio y arrastré el icono verde para contestarle, despacio me lleve el celular a mi oreja.

—¿Por qué me cuelgas hormiga? —espetó disgustado.

—Yo no te colgué, gigante, fue la señal que cortó la llamada.

—¿Cuál señal? ¿La de dios?

—La señal que nos permite poder escucharnos y a la vez...

—Sé a cuál señal te referías, solo bromeaba, su majestad.

Claro porque no me di cuenta antes.

—Pues no me dio risa tu broma.

—Pues no buscaba que rieras, porque más bien era algo más, así como ¿Cómo se le llama? Ah, sí, ironía.

¿Ah?

Él de verdad no serviría como comediante.

Aparte de gigante y feo, egocéntrico.

La peor formula que podía existir.

Nada se salvaba de él, a excepción de sus ojos.

Esos ojos grises azulados que te provocaba curiosidad y que eran lo único decente en ese ser vivo.

—¿Sigues ahí? —su voz me hizo dejar mi acción anterior a medias y volver a la realidad—. Voy a colgar.

—Sigo aquí.

—Bien, ¿necesitas algo?

—No.

—Entonces, ¿A qué se debe tu llamada?

Bajé la mirada a mis piernas cubiertas por la sabana y comencé a hacer círculos con mano derecha en mi pierna.

—Dijiste que te llamara.

Lo sentí sentir sonreí al desgraciado. No se necesitaba verlo para saberlo.

—¿Así qué me haces caso? —si definitivamente estaba sonriendo.

—Claro que no, solo lo hice porque estaba aburrida, sino ni te hubiera llamado.

Escuche una risita de su parte.

Querida ClarisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora