2 一 *⁠・⁠゜゚⁠(☆)⁠↝

77 13 3
                                    

En Huckabee, todo el mundo sabe que en verano no puedes asistir al bingo sin ir a tomar un helado después

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En Huckabee, todo el mundo sabe que en verano no puedes asistir al bingo sin ir a tomar un helado después. Sería como ir al cine y no comprar palomitas, o ir a la pileta y olvidarte el traje de baño.

Sería como ir en vano.

Helados Kai está a una manzana de la Escuela Primaria, y la multitud de gente que sale del bingo y se dirige hacía allí ocupa toda la distancia que hay entre ambos edificios.

Por suerte, somos unos de los primeros grupos en salir. Camino a paso ligero por el aparcamiento, unos pasos por detrás de mi padre y Jeongin, a los que sigue Jimin, haciendo crujir las piedras que hay en el camino. Cada pocos segundos tengo que correr un poco para seguirle el ritmo a esta gente, que es más alta que la medida.

—¿Te traes hasta la heladería la canasta que ganaste?—me pregunta, interrumpiendo mi concurso de miradas con un muñeco cabezón de Carson Wentz metido entre una camiseta y una gorra de los Eagles. Disminuye un poco su marcha hasta que las dos caminamos a la misma velocidad—. ¿Estás haciendo una vuelta de honor o algo así?

Intento no reirme ante la imagen; yo, mostrando con orgullo la canasta Fiesta del Fútbol Americano de mi padre como si acabase de ganar un Golden Globe. Aunque, a decir verdad, no seria impropio de algunas personas de este pueblo. Se de alguien que conservó la ansiada cesta Vino y queso, todavia envuelta. sobre la repisa de la chimenea durante diez años solo para chinchar a sus suegros. Al queso le salio moho, claro, pero eso no importaba. Cojo la cesta de mimbre con mas fuerza y el plastico que la envuelve cruje con gran estrépito.

—Si voy al coche a dejarla nos tocará hacer cola en la heladería por dos horas.

Es la verdad. Seguro que el ejército de bingueros que se debe de estar congregando delante de la heladería es suficiente para provocarle a Kai y a sus tres heladeros síndrome del túnel carpiano¹. Pasar antes por el coche de mi padre nos habría condenado al final de la cola, justo cuando tendrán los brazos a punto de caerse al suelo. Mi madre y yo descubrimos que las bochas eran un veinticinco por ciento más pequeñas y derretidas si llegaba de los últimos.

Y después del día de hoy me merezco una bocha bien grande, no cabe duda.

—Supongo que vienes mucho por aquí —comenta mientras nos acercamos al final de la cola. Hemos conseguido caminar lo bastante rápido para que solo diez personas nos separen de esa delicia helada y azucarada.

—Ya no —contesto.

Menos mal que no me pregunta por qué. Se limita a levantar las cejas.

—Un momento: dime que de verdad se llama EL KAI.

El cartel luminoso con letras rojas que hay encima del pequeño edificio tiene la palabra HELADOS apagada excepto por la E y la L. Me echo a reír al caer en la cuenta de que casi todo el pueblo está tan acostumbrado que ya ni reparamos en ello.

la lista de la suerte  ;;  winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora