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A la mañana siguiente, bajo con pesadez las escaleras con el teléfono en una mano y la lista de mi madre en la otra

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A la mañana siguiente, bajo con pesadez las escaleras con el teléfono en una mano y la lista de mi madre en la otra. Voy directo al sofá del salón, me dejo caer entre los almohadones y desbloqueo el teléfono.

No hay nuevas notificaciones.

No debería sorprenderme. ¿Por qué iba Sungchan a mandarme un mensaje al despertarse en este domingo cualquiera, cuando en las últimas semanas no ha habido más que silencio administrativo?

Cada día paso horas, horas enteras, intentando encontrar las palabras correctas, con la mirada fija en el teclado del teléfono, pero nunca doy con ellas. Quiero explicarle por qué hice lo que hice, pero..., simplemente, no soy capaz. ¿Cómo le voy a dar una explicación si ni siquiera puedo dármela a mí?

No sé cómo arreglar esta ruptura, sobre todo, porque hasta ahora siempre había sido él quien encontraba la forma de arreglar las cosas, ya fuera presentándose en mi puerta con unas flores o pidiéndome que habláramos entre clase y clase.

No sé cómo reparar esto yo sola. Y tal vez haya una pequeña parte de mí que no quiera hacerlo.

Me acurruco en el sofá y dejo que me anegue la culpa, que se lleve bien lejos esa idea; la mudanza hace que esta traición a los deseos de mi madre me haga sentir mucho peor.

-¡Buenos días!

La voz atronadora de mi padre, que resuena por sorpresa desde la cocina, está a punto de provocarme un ataque al corazón. Normalmente, los domingos, cuando me despierto ya está en el trabajo, haciendo horas extras. No esperaba verlo hasta nuestra cita semanal en Changbin's, en la que nos damos un buen atracón con su plato especial del domingo.

Pero lo que menos me esperaba era verlo vestido así. Tardo unos segundos en asimilar lo que tengo delante.

-¿De dónde has sacado ese modelito? -pregunto, y él agacha la cabeza para mirarse con una sonrisa burlona en los labios.

Mi padre, un tipo de metro noventa con los brazos llenos de tatuajes que conduce una camioneta, está de pie en la cocina con un viejo delantal rosa de flores. Un viejo delantal rosa de flores que recuerdo que llevaba mi abuela, aunque nunca... así.

Intento hacer un gesto de desaprobación, pero me estoy riendo con tantas ganas que casi no puedo respirar. Antes de que le dé tiempo a protestar, levanto el teléfono y le hago una foto mientras con el dorso de la otra mano me seco las lágrimas de risa.

-Ya me imagino la descripción de la foto. "¿A quién le queda mejor?".

-Yo me paso la mañana haciendo panqueques como un esclavo ¿y tú me haces burla en lugar de venir a desayunar conmigo? -Adopta una expresión digna y señala con el cuchillo de la mantequilla el montón de panqueques que nos esperan sobre la mesa de la cocina.

No le falta razón.

Me levanto del sofá, me meto el teléfono en el bolsillo y voy hacia la mesa, alentada por el olor de los panqueques.

la lista de la suerte  ;;  winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora