Prólogo

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___________________________ 21 de septiembre de 1882

Sus botas hacían ruido contra las pequeñas piedras que había en el camino de tierra, a medida que iba avanzando. Aunque la noche era fresca, sentía mucho calor, probablemente por el fuego que emanaba la antorcha que llevaba en su mano, la cual servía para alumbrar por donde caminaba. Escuchaba como los compañeros de su padre hablaban con esas personas a las que habían ido a visitar.

No dejaba de sorprenderse cada vez que miraba a uno de esos sujetos, quizás por la ropa calurosa y colorida que llevaban, o porque siempre andaban con una lanza en mano, dispuestos a atacar.

Cuando llegó a la orilla del descampado, pudo darse cuenta de que su padre estaba sentado frente a una fogata, hablando con una señora de avanzada edad. Curioso, se dirigió hacia las afueras de aquella vivienda, ignorando las miradas curiosas y desagradables que le mandaban los miembros de aquel pueblo originario.

Desde que ellos habían llegado, todos se habían dedicado a mirarlo de mala manera, aunque no sabía el porqué. Es decir, él nunca los había atacado, despreciado, ni nada por el estilo. Cuando su padre le dijo que iban a ir a descubrir e investigar más sobre ellos, los imaginó como una tribu pacífica; pero claro, había olvidado el pequeño detalle de que habían sido obligados a quedarse en ese territorio en el que se hallaban, supuestamente porque había pasado algo con el ejército de su país; por lo tanto, era casi obvio que iban a estar a la defensiva e iban a atacar al primero que se les cruzara.

Recordaba que, cuando llegaron, uno de ellos le quiso atravesar el pecho con una lanza, mientras le gritaba en un idioma que él no había comprendido en lo absoluto. Por suerte, uno de los historiadores que acompañaba a su padre pudo comunicarse con él y explicarle su situación: que eran parte de un grupo de historiadores que venía de Italia, con el objetivo de aprender más sobre ellos y su cultura.

Si les permitieron quedarse en su territorio, fue por un milagro. Aunque todavía no los trataban amablemente, estaba seguro de que más adelante iba a ser así, o eso esperaba.

Cuando finalmente llegó hacia donde estaba su padre, este notó su presencia. Le sonrió, y se puso de pie casi al instante para poder abrazarlo de lado. El joven bajó la antorcha con cuidado de no quemarlo.

-¡Hijo, que bueno que apareciste! Estaba a punto de ir a buscarte. -comentó. Miró a la anciana, que los observaba sin ninguna expresión en el rostro. -Mire, Rosa, este es mi niño, Orlando.

Orlando le sonrió a la señora, sin saber que más hacer, pero dejó de hacerlo en cuanto notó que ella lo seguía mirando con neutralidad, poniéndolo incómodo.

-¿Sabes quién es esta mujer? -le preguntó su padre por lo bajo, haciendo que negara. -Es la más anciana de la tribu, es como la mamá de todos. Francesco me dijo que ayer le leyó el futuro. ¡Se puede comunicar con los espíritus, Orlando! Acabo de presenciarlo.

Su hijo lo miró, con las cejas fruncidas. Él nunca creyó en todas esas cosas de magia, espíritus, hechicería, ni nada que fuera fantasioso. De igual manera, se hizo el interesado.

-¿Te leyó el futuro? -preguntó en italiano. Su padre le dio una palmada en el hombro como respuesta.

-No puedo decir nada de lo que va a pasar, parece que no voy a llevar una vida tan interesante de acá en adelante. -suspiró, pero al instante sonrió de nuevo. -¿Por qué no dejas que lo haga con vos?

-¿Eh?

-Leer tu futuro.

Orlando miró a Rosa, apretó los labios, y movió sus pies, aunque se quedó parado en donde estaba. Volvió la vista hacia su padre, y carraspeó.

El Pueblo Perdido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora