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__________________________________ 18 de abril de 2015

-Pero... ¿Qué demonios te pasó en el ojo?

Esa fue la primer pregunta que recibió Martín cuando llegó al laboratorio al día siguiente. Gruñó en voz baja, haciendo saber que no tenía ni un poco de ganas de andar contando la razón por la que su ojo estaba igual de morado que una uva. Julio ya le había preguntado millones de veces en su casa, y, por más que lo intentó, no pudo sacarle ni una sola información. Tomás tampoco iba a poder hacerlo, por más que lo molestara durante el resto del día.

Cuando tomó asiento a su lado, pudo notar la mirada de Emanuel a su otro costado, por lo que no se sorprendió en cuanto este le tocó el hombro, llamándole la atención. Giró la cabeza hacia él, y supo de inmediato que él ya sabía por qué su ojo estaba de esa manera, aunque no le hubiera dicho nada.

-Te dije que desistieras.

-Al menos, logré lo que quería. -sonrió.

Emanuel no lo hizo, en absoluto. Es más, si su cara ya expresaba seriedad, ahora la expresaba el triple. Martín no lo entendía, ¿por qué se iba a enojar tanto por una chica? Lo conocía de pies a cabeza y, por más que él no lo dijera en voz alta, notaba el disgusto que le provocaba el nombre de Luna cada vez que hacía alusión a ella.

Es decir, nunca se hubiera imaginado que le resultara tan insoportable como a él. Siempre pensó que Emanuel era más tolerante y paciente con esas cosas, pero, al parecer, se confundía.

Frunció el ceño en cuanto su amigo apartó la mirada hacia la puerta, haciendo que sus ojos se iluminaran de rabia. Entonces, lo imitó.

La causante de su ojo morado acababa de entrar a la habitación, mirando al suelo. Se notaba que estaba pensativa, porque Gutiérrez hablaba a su lado y ella no le prestaba ni un poco de atención. ¿Sería por él?

Se rió.

Por supuesto que era por él. La tonta nunca antes había dado un beso, y que justamente su "enemigo" le hubiera dado el primero la traía loca internamente. "Luego se dará cuenta de que es una afortunada ", pensó Martín, autoconvenciéndose de ello al instante.

-Siento tu mirada taladrándome los sesos, Manu. ¿Quieres decirme algo? -preguntó con inocencia, volviendo la mirada hacia él. Efectivamente, Emanuel lo observaba como si fuese un animal de tres cabezas.

-No te dio lástima, ¿no?

-¿Qué cosa?

-Besarla. -enmarcó una ceja. Martín negó.

-¿Por qué debería de darme lástima?

-Las chicas no son juguetes, Martín.

-¿Y me lo dices tú, que te acostaste con Lara y la dejaste tirada a los cinco días? -no lo preguntó como reproche, sino para hacerle ver que él había hecho algo mucho peor.

-Es distinto.

-¿Qué es distinto? Yo lo veo igual.

-Lara era una pesada que no se despegaba de mí. Y Luna te quiere lo más lejos posible de ella, porque no le gusta llamar la atención y se nota. ¿Por qué tuviste que elegirla, si hay, literalmente, quince chicas más en nuestro curso, Martín?

Navarro quedó con la boca semiabierta, observándolo como si estuviese enfermo.

-¿Acabas de decirle "Luna" a la Lunática?

Emanuel parpadeó, rememorando sus palabras y dándose cuenta de que Martín tenía razón.

-De todo lo que te dije, ¿sólo eso te interesó?

El Pueblo Perdido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora