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________________________ 11 de mayo de 2015

Frío y oscuridad.

Eso fue lo que hizo que a Luna le recorriera un escalofrío por la espina dorsal, mientras mantenía su mirada sobre la cabaña que estaba frente a ella. Sentía las lágrimas deslizándose debajo de sus ojos, pero no sabía por qué las derramaba. Estaba desconcertada, sin embargo, sentía un impresionante miedo floreciendo dentro de su pecho.

Respiró hondo y, tomando coraje, comenzó a avanzar.

Veía todo como si se encontrara en una de esas películas antiguas que su abuela veía; el viento soplaba con fuertes ráfagas que ocasionaban que su cabello se moviera para todos lados, y algunos relámpagos comenzaron a iluminar el cielo oscuro.

Abrió la puerta de la cabaña, que emitió un chirrido molesto. Cuando estuvo abierta por completo, Luna pudo ver que en la pequeña habitación había un sofá viejo. Lo único que lo acompañaba, era una extensa capa de polvo esparcida por todo el suelo. Nada más que eso.

Se hubiera ido (ya que el miedo había incrementado) si no hubiese escuchado un débil sollozo. Curiosa, cerró la puerta con suma delicadeza, y comenzó a avanzar, lentamente, por el suelo de madera, camino hacia la otra habitación, que estaba iluminada por una claraboya por donde se filtraba la luz de los relámpagos.

Cuando se asomó por un costado de la pared, tuvo que forzar la vista para poder ver qué había. Alguien estaba sentado en una silla, y Luna quiso largarse al notar que tenía puesta una capucha negra sobre su cabeza... Pero, de algún modo inexplicable, sintió que no era aquel sujeto que le causaba escalofríos cada vez que se le aparecía.

También notó que los sollozos provenían de esa persona, a la que le temblaban los hombros. Intentó ver su rostro, pero le era imposible por la escasa iluminación del lugar. Quiso avanzar, preguntarle por qué lloraba, pero sus pies parecían reacios a hacerle caso a su cerebro. Había dejado de llorar gracias a la curiosidad e incertidumbre, pero iba a volver a hacerlo en cualquier momento gracias a esa persona, que había incrementado sus sollozos. Luna podía sentir su dolor, su rabia, y su temor también.

Pero, ¿quién era ese sujeto?

-No puedes hacer algo bien.

La muchacha pegó un salto, e, inconscientemente, salió de detrás de la pared, para posarse en el medio de la segunda habitación, importándole muy poco si la persona de la silla la veía. Alguien había hablado justo detrás de ella, asustándola. Cuando vio de quién se trataba, pudo distinguir que era un hombre de la edad de su padre, al cual nunca había visto en su vida. Éste estaba fumando un cigarrillo con su mano derecha, en la cual llevaba un guante negro, el mismo color que tenía todo su atuendo. Era alto, le sacaba una cabeza, y su cabello estaba apuntando a todas las direcciones posibles. Sin embargo, lo que más le había llamado la atención a Luna, habían sido sus ojos. Eran tan grises, que parecían plata derretida.

El Pueblo Perdido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora