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___________________________ 1 de junio de 2015

Emanuel tenía las rodillas contra su pecho, mientras su espalda estaba apoyada en la fría pared de aquella aula. Oía a los chicos de su curso charlando animadamente entre ellos, pero él no podía dejar de pensar en aquellas imágenes que le habían llegado a la cabeza cuando Luna tocó su tatuaje. 

La actividad que estaba orientada a los alumnos de quinto y cuarto había terminado hacía aproximadamente una hora. Habían compartido una cena, habían hecho un par de juegos, y luego los habían mandado a dormir en distintas colchonetas que ellos mismos tenían que llevar para hacer una pijamada y amanecer en el colegio. A Emanuel le había parecido completamente absurdo, no había prestado atención a ni una sola consigna, y tuvo que soportar la mirada de Luna sobre él todo el santo tiempo.

Agradeció cuando los separaron de salón.

Su cabeza repetía una y otra vez el diálogo que había tenido con aquella muchacha de ojos azules. Le había asegurado amarla, ¿por qué había visto eso?

Celia.

Celia era el nombre de aquella muchacha que siempre se le aparecía. No estaba seguro, pero era sentido común. Él no conocía a ninguna Celia en la vida real, no había dejado embarazada a nadie, no tenía ningún amigo que tuviera las facciones de aquel muchacho que le había dicho que la dejara tranquila, y tampoco se llamaba Fol. 

¿Qué clase de nombre era ése?

Llevó su mano debajo de su remera, y tocó la cadenita de Luna en su cuello. Desde que se la había colocado, su marca había dejado de incomodarle. No sabía qué tenía que ver una cosa con la otra, no era posible todo aquello. ¿Cómo un objeto podía calmarle el dolor físico? ¿Cómo podía haber tenido aquellas visiones? ¿Cómo era que veía a Celia?

¿Cómo demonios era que ella le había hecho aquella marca?

Se estaba volviendo loco, estaba completamente demente. Todo eso era imposible que pasara, era todo... Fantasioso.

Una de sus manos fue a su rostro, pasándose los dedos por los ojos. Otro de sus miedos era ése, ¿cómo Luna podía haberle visto los ojos negros? Estaba tan asustada, tan... Indefensa.

Ni siquiera supo por qué la abrazó luego.

Estaba muy confundido.

—Manu. —lo llamó Tomás, chasqueando los dedos frente a él. Emanuel quitó las manos de su rostro. —¿Estás bien?

—Sí. —mintió, en voz baja. Carraspeó, levantando el cuello de su remera para que no se le viera la cadena. —¿Qué sucede? —preguntó, al ver a todo el mundo ponerse de pie, con risas cómplices y miradas pícaras.

—Mauricio acaba de ir al baño, no vio a ningún directivo y Josefina invitó a todo el mundo a su aula para pasar el rato. 

—¿Y van a ir? —preguntó.

—Vamos a ir. —lo corrigió Mauricio, metiéndose. Sonrió. —A ver si sentamos cabeza. 

—Tú tienes a Josefina en el bolsillo. —se le burló Tomás. 

—Envidioso.

—¿De ti? Ni un poco, esa chica está loca. —un escalofrío le recorrió el cuerpo. 

—Mau, ¿vamos? —preguntó Franco, uno de sus compañeros. 

—Sí, nos están esperando. —se apresuró. Miró a Emanuel. —Anda, vamos.

—No tengo muchas ganas. 

Esa frase, en realidad, ocultaba el hecho de que no quería ver a Luna. 

El Pueblo Perdido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora