Capítulo 2༄

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"¿Hermione?" Harry llamó dos veces a la puerta abierta de su dormitorio y asomó la cabeza. Le dedicó una breve sonrisa. "Has tenido un resplandor de lechuzas".

Hermione se obligó a mirarlo. Sentada en su cama, tenía el cuerpo tenso, las rodillas apretadas contra el pecho y los brazos rodeándoselas. Sobre la colcha descolorida estaban las veinte cartas sin abrir. La magia palpitaba en ellas, su eco en la sangre. Coincidían con algo que llevaba dentro, casi podía saborearlo, como un profundo dulzor en la lengua, y durante la última hora había luchado contra la compulsión de abrir aquellas malditas cosas.

"¿Hermione?" Harry entró en la habitación, despacio, con cautela, como si ella fuera un hipogrifo al que tuviera que inclinarse. El pensamiento le arrancó una sonrisa sombría. "¿Qué dicen?"

"¿Has visto el Profeta de hoy?".

"¿Esa ley demencial?".

Su risa era quebradiza. "Y estas son mis ofertas dementes".

"Merlín", murmuró él, acercándose a su cama. Se quedó quieto a su lado y la miró fijamente. "¿Y tienes que elegir unos?".

"Con uno es suficiente".

Ella se llevó los dedos a la boca, sin saber si iba a reír o a llorar. Al menos Harry había vuelto. No podía ni imaginarse tener esta conversación con un Ron cabreado y enfurruñado. ¿Era uno de los chicos -hombres- que eran mágicamente compatibles con ella? Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Lo elegiría si lo fuera? ¿Y si no estaba allí? ¿Cómo podría sobrevivir su ya tenue amistad a ese insulto?

Dejó de pensar en Ron. Un problema a la vez. "Quieren que las abra. Pero no puedo. Todavía no. Quiero una copia de la ley. Tiene que haber una cláusula. Se ha precipitado..."

"Entonces espera abajo. Estamos invadidos de lechuzas. Creo que la señora Weasley ya ha enviado seis".

"Sí. Quizá Kingsley haya encontrado el valor para responder a mis preguntas. Debería haber recibido mi acosada lechuza hace unas dos horas". Desenrolló el cuerpo y dejó que sus pies descalzos tocaran el suelo. Sus dedos se enroscaron en el grosor de la alfombra. "Lo vi la semana pasada, Harry. Todos lo hicimos. Y nada. Ni un parpadeo mientras me colgaba la medalla. Ningún indicio de que pensara ofrecerme a... ellos." Se cogió los dedos del pelo. "No luché contra la oscuridad por esta parodia".

"Lo arreglaremos todo". Le cogió la mano y la apretó con fuerza. "Lo arreglarás todo. Cyrce, Hermione, luchaste contra cinco mortífagos hasta paralizarlos y defendiste y salvaste a Snape."

"Profesor Snape".

Harry puso los ojos en blanco. "Sí. Eso." Hizo un gesto con la mano hacia la cama. "¿Y esto? Pan comido.

"Me alegro de que pienses así". Dio un duro paso para alejarse del montón de cartas e incluso por difícil que fuera dejarlas, su influencia se desvaneció. Un poco. La magia era una bestia extraña. Afortunadamente, ella cerró la puerta en su tirón y dejó salir una respiración lenta. "¿Esto te va a afectar?".

Harry se frotó la nuca, e incluso en la sombra del pasadizo, su expresión era tímida. "Ginny y yo, como que nos fugamos ayer...".

Hermione parpadeó. "¿Lo sabías?"

El dolor le retorció el pecho y le temblaron las manos. Apretó los puños para combatir la ira, la traición que le recorría la sangre. Un hedor metálico la envolvió y sintió la cabeza peligrosamente ligera. Los ojos de Harry se clavaron nerviosamente en su pelo. Sí, estaba que echaba chispas.

"¿Lo sabías y no me lo dijiste?".

Harry retrocedió. "No lo sabía. No lo sabía, Hermione, de verdad." Levantó las manos, con los dedos abiertos. "Molly lo dictaba todo. La hora. El lugar. Los invitados. Quién nos ataría". Una sonrisa irónica tiró de su boca. "Le señalé que no me casaba con ella-".

𝚂𝚘𝚖𝚋𝚛𝚊𝚜 𝙸𝚗𝚘𝚌𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜 (𝚂𝚎𝚟𝚖𝚒𝚘𝚗𝚎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora