Capítulo 0.1

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Normalmente, la coordinadora Alma Rosenberg no llevaba a sus trabajadores al lugar de trabajo. Es decir, al domicilio o al centro médico. Sólo bastaba con dar la dirección y un número telefónico de referencia. Sin embargo, aun recibiendo eso, Harper Darby estaba en el coche de ella, adentrándose a uno de los barrios residenciales del estado de Fierbia.

Más que sólo trabajo, parecía que le estaba haciendo un favor a la mujer.

―Delfina es una gran amiga del bachillerato. ―la escuchó mientras conducía y él veía por la ventana― Lo que ocurrió con su hijo es una gran tragedia.

―¿Cuándo fue el accidente? ―preguntó Harper, fijándose en los papeles que tenía sobre su regazo.

―Hace tres meses.

La cuestión era que Harper fue asignado para hacer acompañamiento terapéutico al chico de quien hablaban: Bastián Osipov. Un joven de diecinueve años que ni bien comenzó la universidad, se tiró contra un coche en movimiento porque cortó con su novio.

Un estúpido, en opinión sincera de Harper.

Pero si se trataba de una relación tóxica, dudaba que Bastián fuera la víctima. Porque él se mandó sobre el automóvil; lo internaron durante un mes en un centro psiquiátrico y perdió la movilidad de sus piernas. Además que haya pasado por cinco acompañantes terapéuticos en dos meses dejaba ver en claro que no era una persona fácil de lidiar. Por una extraña razón, o tal vez por el carácter que tenía, Alma recurrió a Harper.

El coche de dos puertas color amarillo de la señora Rosenberg estacionó frente a una enorme casa residencial moderna. Harper se sintió fuera de lugar. Después de todo, él era del estado de Luxe y vivía en una casa de ladrillos, sobre una colina. Por lo cual los autobuses no pasaban por allí y tenía que tener mucho cuidado con la inseguridad al bajar hasta la primera parada que encontrase.

―Darby, vamos. Baja ya. ―le ordenó Alma, haciendo que el chico obedeciera.

Fueron hasta la puerta de la dichosa casa de lujo, donde estaban aparcados dos camionetas de diferente color en lo que supuso, Harper, era el garage. Su mirada intensamente azul se levantó para ver las ventanas de la casa y notó que en una de ellas hubo un movimiento fugaz de la cortina. Cosa rara porque la ventana se veía que estaba cerrada.

―¡Bienvenidos! ―una mujer elegante y alta, de cabello castaño como sus ojos les abrió la puerta y abrazó a Alma― Muchas gracias por venir. ¡No te imaginas la ansiedad que manejo desde que me dijiste que tenías a alguien!

De inmediato las dos mujeres miraron a Harper que enarcó una ceja, esperando una explicación más detallada. La cual sabía que no iba a tener. Sólo podía sacar conclusiones, manteniéndose serio en su sitio.

―Qué joven. ―murmuró la mujer, y Harper sintió que estaba siendo analizado de pies a cabeza.

―¡Oh! Harper tiene veinticuatro años. ―habló Alma por él― Tiene una genética que lo hace ver aún más chico de lo que aparenta.

―Una gran fortuna. ―sonrió la mujer que Harper supuso que sería la señora Osipov. Ella se puso a un lado, diciendo:― Pasen. Hace mucho frío y eso que apenas estamos entrando en primavera.

La casa por dentro también era demasiado para el joven. Había unas escaleras apenas entraba, pero fueron guiados hacia una gran sala de estar en donde se sentaron en sillones de terciopelo rojo. Un hombre estaba allí, sentado, de cabello rubio y canoso y de ojos más claros que los de Harper.

―Él es mi esposo. ―habló otra vez la mujer, poniéndose al lado del sobredicho― Pavel Osipov. Yo soy Delfina.

―Un placer. ―dijo en automático Harper― Yo soy Harper Darby y fui acompañante terapéutico durante cinco años. Tengo experiencia tanto en ancianos como en menores de edad.

―Nuestro Bastián ya no es menor de edad. ―fue lo primero en decir Pavel― Es un muchacho ya universitario y rebelde.

―Bueno. ―Delfina se removió en su lugar y Harper vio como miraba de reojo a su marido― Siempre tuvo este espíritu de travesura. Desde antes de empezar a caminar.

―Cosa que ahora no puede hacer por su espíritu de travesura.

En el intercambio de palabras, Harper estaba seguro de no ser el único en incomodarse. Oyó el carraspeo de Alma que sonreía torcidamente.

―Hablando de Bastián ¿cómo está? Estaría bueno que Harper pueda conocerlo.

―¡Por supuesto! Déjame que te enseñen la habitación. ―respondió Delfina, haciéndole señas a una mucama que estaba acomodando un florero.

A los minutos, Harper seguía a la mucama, con su mochila colgada en un hombro. Subieron las escaleras que vio al principio y luego pasaron por un pasillo donde había un par de cuadros de un chico, de diferentes edades, de cabello castaño y ojos café que, si bien tenía las características de Delfina, se parecía mucho a Pavel.

―Aquí está, el cuarto del joven Bastián. ―le dijo la mucama a Harper quien agradeció, quedándose solo al instante.

Había una puerta blanca con un cartel que decía prohibido el paso y un letrero con el nombre del dueño de la habitación. Harper cerró los ojos unos segundos para respirar profundo y aflojar la expresión facial. Tocó dos veces la puerta antes de abrirla y encontrarse con una habitación espaciosa y desordenada. Entró al ver el bulto de mantas sobre la cama de dos plazas, dejando la puerta entreabierta y acercándose sin hacer mucho ruido al caminar.

―¿Hola? ―murmuró, sin apartar la vista de la cama― Bastián ¿estás despierto?

No recibió ninguna respuesta. Por lo tanto, rodeó la cama y con descaro corrió las mantas de la cabeza del chico que descansaba. Este abrió suavemente los ojos que eran tan color café como su cabello y que poseían unas largas pestañas. Miró, sin emoción alguna, a Harper.

―¿Quién sos? ―preguntó sin vueltas Bastián, bajando la mirada para después fruncir el ceño― ¿Enfermero?

―Acompañante terapeutico.

―¡AGH! ―el gruñido de Bastián lo sobresaltó. Con algo de dificultad, el más joven se sentó en la cama, señalando descaradamente― ¡Ya dije miles de veces que no necesito ayuda! ¡Ni compañía de nadie!

―Por orden de médico psiquiátrico, debes. ―respondió con tranquilidad Harper.

―No lo necesito. ―insistió Bastián, levantando la cabeza para empezar con los gritos― ¡Mamá! ¡Papá! ¡¿Por qué mierda me ignoran en lo que decido?!

No tardaron mucho en aparecer Delfina junto a Alma. La primera se veía preocupada, sentándose al lado de su hijo, acariciando su cabeza.

―Mi amor, dale una oportunidad. No puedes estar solo. ―le dijo con voz suave.

Harper se mantuvo de brazos cruzados sin verse afectado por la situación. Sacó conclusiones de que realmente Bastián iba a ser un paciente difícil. Sobre todo porque este le lanzaba miradas cargadas de odio como si él lo hubiese arrojado contra el bendito automóvil que lo chocó.

―No quiero que nadie esté encima de mí todo el tiempo. ―siguió quejándose Bastián, arrastrándose en la cama para acostarse y cubrirse con las mantas nuevamente― ¡No me gusta él! ¡Le doy tres días!

―Yo creo en que puedo más que ese tiempo. ―habló con firmeza Harper y sonrió internamente al escuchar gruñir a Bastián. 

La Gran Mentira De Bastián Osipov [B.O1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora