Capítulo 8

3 0 0
                                    

Ingresó a la casa de la familia Osipov, agotado. Otro día más había transcurrido en el hospital desde temprano hasta que Max regresó de la universidad y cambiaron de turno. Mientras subía a la habitación de Bastián, no podía dejar de recordar lo mal que la pasó su madre, teniendo que ser entubada de inmediato. Según el médico tratante, la iban a derivar a terapia intensiva porque posiblemente se contagió de una bacteria del hospital. Harper deseaba llegar a fin de mes para poder cobrar y así cubrir los gastos que se elevaban cada vez más.

Cuando entró a la habitación, de mala gana, vio a Bastián en la silla de ruedas frente al escritorio donde estaba frente a la gran pantalla de computadora. Parecía concentrado escribiendo y a su lado había un par de libros y cuadernos donde echaba una mirada de vez en cuando.

Harper carraspeó, dejando su mochila en el suelo, llamando su atención.

―Ah, viniste. ―le dijo Bastián y continuó tecleando― Creí que renunciarías por lo que pasó la otra noche.

―Todavía no.

―Harper. ―Bastián lo volvió a mirar, con seriedad― Perdón por haberte drogado. En realidad, le dije a Lana que pusiera unas cuantas pastillas mías para dormirte. No pensé en que tendrías cosas seguro para hacer. Pero no me diste ninguna alternativa. ¿Podrías no meterte la próxima vez para que no llegue a hacer algo como eso?

―¿Entiendes que no debes hacer eso? Bajo ninguna circunstancia. ―contestó Harper, cruzado de brazos― No puedes drogar a las personas sólo por querer salirte con la tuya. Ni tampoco deberías mentir. Pero eso último ya es problema tuyo.

―No comencemos a discutir sobre mi mentira. ―Bastián se deslizó con la silla hasta llegar a él― Lo que quiero es no tener que discutir con un desconocido todos los días. Por lo tanto, decidí decirle a mis papás que te quedaste más horas la vez anterior y que vendrías todos los días a partir de hoy. Pero no sólo eso. Vas a acompañarme a donde yo quiera ir.

―¿A dónde quieres ir? ―Harper estaba confundido, frunciendo las cejas y dejando caer sus brazos a los lados de su cuerpo.

―Fiestas. ―respondió con simpleza Bastián― Me llevas con la silla, la dejamos en un lugar y nos separamos hasta cierta hora para volver.

―No creo poder hacer algo así.

Harper estaba decidido a no obedecer ese plan. No quería arriesgarse a algún problema, pero la insistencia de Bastián era inevitable:

―Tenes que hacerlo. Mis papás pensarían que estoy mejorando al querer salir a pasear, aunque fuese de noche. ¿Entendes? Estaría abandonando la mentira sobre mi depresión.

―¡Odio! ―exclamó Harper, acariciándose el puente de la nariz― Que hables de algo tan serio que no es fácil de curar o convivir con ello.

―¡Okey, okey! ―Bastián se enojó, poniéndose de pie para enfrentarlo― ¿No querés que mienta? ¡Yo no empecé esto! Así como vos y el resto lo cree, yo no me tiré sobre un auto en movimiento. ¡Me empujaron! Pero es más sencillo hacerle caso al que no parece estar loco.

Se dio la vuelta, pisando con fuerza, llevándose la silla de ruedas hasta el escritorio para sentarse y volver su atención a la computadora. Pero esta vez, tecleaba con más ferocidad.

Harper dejó de lado su molestia tras escuchar la confesión. Por la reacción de Bastián, una parte suya comenzó a creer que no mentía. Si hubiera sido así ¿por qué lo empujaron? ¿Con quien o quienes estaba Bastián en ese momento?

―Oye. ―lo llamó el pelinegro, acercándose a él con calma― Si te empujaron ¿por qué mientes? Quien lo haya hecho, debería estar preso por intentó de asesinato.

Bastián detuvo sus dedos y suavizó el ceño, suspirando. Apoyó la espalda en el respaldo de la silla y miró hacia arriba.

―No importa quién fue. Pero es verdad que no sentía las piernas en ese momento. Me había asustado mucho y deseaba haber... muerto. Más porque todos señalaban con que yo había sido el que se arrojó contra el auto. ―confesó el menor, cerrando unos instantes los ojos― Lo que quiero es hacerles la vida imposible a los que estuvieron cuando pasó. Y el tema de la depresión es cierto. Por eso estoy medicado. ―formó puños con sus manos, contra su regazo― Si tan sólo pudiera devolver el dolor que me causaron...

Harper, por instinto, puso una mano sobre el hombro de Bastián que abrió los ojos y lo miró, desconcertado. Harper notó los ojos lagrimosos del menor e inmediatamente comprendió que estaba hablando de verdad. Estaba diciendo la verdad. Sintió que se había puesto tenso, por lo tanto suspiró y se puso detrás de él para masajear sus hombros hasta que estos se sintieran menos rígidos.

―No puedes vengarte. No vale la pena con gente así. ―le habló Harper, suspirando― Lo que importa aquí es que les estás mintiendo a tus padres. No sólo a las personas que te hicieron daño. ¿Por qué mentirías a los que te dan pan y techo?

―Porque ellos no me aceptan. ―lo oyó murmurar― No aceptan lo que soy...

―¿Y quién eres? Porque yo también quisiera saberlo para entender qué clase de persona estoy cuidando.

Se produjo un silencio y luego este se quebró con un suspiro de Bastián. Harper se sobresaltó al sentir la mano fría de él sobre una de las suyas y lo escuchó hablar:

―Acompáñame hoy a una fiesta. Es privada, pero pagaré por vos. Podes ir a la barra o hablar con gente, mientras yo me encargo de lo mío. Por favor. Tenés que dejarme hacerlo.

A pesar de que quería negarse, Harper accedió, asintiendo la cabeza porque podía verse en el reflejo de la computadora y distinguió una diminuta sonrisa de Bastián a través de ella.  

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 19 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Gran Mentira De Bastián Osipov [B.O1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora