Capítulo 3

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A Harper nunca le gustaron los hospitales. Sobre todo los de Luxe que no eran tan avanzados y no estaban tan equipados como los de los otros estados de Paradise. No se preocupaba del costo por la atención que tendría que pagar por su madre porque deseaba que estuviera bien. No obstante, se habían tardado demasiado hasta la llegada de un doctor que llamó a los familiares de Tiana Darby.

―Somos los hijos. ―dijo Harper, poniéndose de pie junto a Max que tenía los ojos hinchados.

―Le hemos hecho un par de pruebas. Los análisis de sangre todavía no están listos, pero presenta deshidratación. Además, ―el médico hizo una pausa, suspirando. El corazón de Harper se encogió― le hicimos una resonancia y es posible que tenga un tumor en las mamas.

Los dos hermanos se quedaron en silencio. Harper no sabía qué responder, pues perdió su voz y sentía como la garganta se le secaba. Escuchó como Max se largaba a llorar nuevamente, pero mientras decía:

―¡Deben estar equivocados! Ella es una mujer muy fuerte y nunca se enferma.

―Las pruebas no fallan. Ni bien salgan los análisis de sangre, lo tendremos más asegurado. Pero mientras tanto, sólo puedo decirles esto. ―respondió con suma tranquilidad el doctor.

Max se veía como un cachorro enojado que se abalanzó hacia el hombre, siendo detenido por Harper para que no lo tocara.

―¡Miente! ¡Todo está mal! ¡Mi madre no tiene ningún tumor!

―¡Max, calmate!

―¿Qué me calme? ―miró a Harper con el ceño fruncido y las lágrimas asomadas en sus ojos café― ¿Acaso no escuchaste? ¡Dice que madre está enferma!

―Porque los estudios salieron así, pero les van a hacer más. ―intentó mantener la compostura Harper― Ten paciencia y no armes un alboroto. Madre estará bien. ―luego se dirigió al doctor― ¿Quedará hospitalizada?

―Por el momento, es necesario. ―le respondió― Vayan a recepción para ver el tema de los costos del tratamiento. Cualquier novedad, se lo haremos saber.

Dicho eso, se marchó. Max se desplomó en una butaca, escondiendo su rostro pálido con sus manos. Harper vio cómo su cuerpo se sacudía por el llanto, dando un paso hacia él para acariciar su cabeza.

―Espera aquí. ―le dijo― Iré a recepción y a buscar algo de agua.

Se dio la vuelta para marcharse, con la cabeza en alto, a pesar de las miradas de las personas en la sala de espera. Antes de llegar a la recepción, se escondió detrás de una columna, llevándose una mano a la boca y dejó caer sus propias lágrimas. No podía mostrarse así delante de Max ni de Tiara. Alguien debía ser el fuerte y ese papel quedaba para él. Lo aceptó. Aunque le doliera el corazón porque era una desgracia lo que estaban viviendo.

Secó su rostro con el dorso del buzo e intentó respirar para calmarse. Una vez hecho, fue a donde estaba la recepcionista. Parecía un mal sueño que apenas pudo escuchar a la mujer detrás del mostrador. Sólo que los gastos eran muy altos y no le sorprendió porque, dentro de todo, estaban en el hospital más decente de Luxe. Pero la duda era en cómo conseguiría cubrir los gastos del tratamiento más los de la casa.

Estaba en un hoyo en el que desconocía cómo salir. Era tener que mantener una familia si era el único que trabajaba. Porque no quería que Max trabaje, sino que se mantenga enfocado en el estudio. El cual también tenía que pagar por la matrícula de una de las universidades más costosas de arte en Fierbia.

Harper se encontró solo en eso. No podía exigirle a su hermano que hiciera algo porque tendría mucha presión por el estudio. Y en el trabajo de su madre, desconocía si le pagarían una licencia por enfermedad. Nunca se la dieron cuando estuvo embarazada, teniendo que ir a trabajar igual para cubrir gastos. Todo era gastos. Tampoco podía ponerse triste por la falta de una figura paterna porque el tiempo estaba corriendo contra reloj.

Al volver con Max, sin ninguna idea en mente, llevó dos vasos de café para darle uno y sentarse a su lado. El recibo lo tenía guardado en el bolsillo, sin intención de enseñarselo. No quería que Max se preocupara porque se pondría denso.

―Pueden estar equivocados ¿verdad? ―la voz quebrada de su hermano se dejó oír tenue.

―No puedo decirte algo que no sé, Max. ―respondió Harper, dándole un sorbo a su café.

―No podemos perder a nuestra madre también...

A Harper se le encogió el corazón a pesar de mantenerse sereno mientras bebía, observando el pasillo por el cual circulaban pacientes, personal del hospital y camillas. Obvio que él tampoco deseaba que le pasara algo a su madre. Tiana siempre fue una mujer con mucha fortaleza, a los ojos de Harper. Pues siempre le puso garras para criar a gemelos y trabajar a su vez. Sin embargo, pensando con pesimismo, de parte de los familiares maternos hubo muchos casos de tumores. Por lo tanto, necesitaba fortalecerse él por ella y Max.

Si lo pensaba bien, como única alternativa urgente, trabajar para la familia Osipov era su esperanza para cubrir cualquier gasto. Debía aceptar la oferta de trabajar todos los días con ese tal Bastián, siguiendo el juego de la mentira. Claro, no iba a dejarse intimidar por un menor. Por ese entonces, era lo que había y tenía que aceptarlo, dejando guardada las ganas de renunciar.

Sacó su móvil para escribirle a Alma, diciendo que aceptaría alargar sus días como acompañante terapéutico. Y ella, minutos después, respondió que era algo bueno; que era una excelente oportunidad económica para él y que podía comenzar al día siguiente.

Bebió lo que restaba del café, tragando con dificultad por el nudo en la garganta.

La Gran Mentira De Bastián Osipov [B.O1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora