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𝐀 𝐏𝐄𝐃𝐑𝐈 𝐆𝐎𝐍𝐙𝐀́𝐋𝐄𝐙 𝐉𝐀𝐌𝐀́𝐒 le había emocionado la idea de despertar con una chica a su lado.
Había tenido varios encuentros casuales a lo largo de su vida, especialmente tras comenzar su carrera como futbolista del Barça. No era un experto en el arte de ligar, pero, poco a poco, había ganado la confianza necesaria para terminar enredado con cualquier mujer que deseara entre las sábanas. Solía ser un pasatiempo, una manera de descargar la tensión acumulada tras duras semanas de entrenamiento—siempre esporádico, pasajero, sin ningún tipo de riendas que lo ataran a algo más serio. Después de todo, se creía demasiado joven como para buscar una relación de verdad; primero quería disfrutar de otras cosas, enfocarse en su carrera, y dedicar el cien por ciento de su tiempo y mente al fútbol.
Las bromas llovían en el vestuario del Barça: que si era un folleti de primera clase, que si se aprovechaba de su acento y su carácter vacilón para llamar la atención de las chicas. Lo único que podía hacer al respecto era reír ante las bromas de sus compañeros, pero siempre trataba de actuar con la mayor discreción posible. Se negaba rotundamente a aprovecharse de su reputación como futbolista; tampoco tonteaba con la primera que le pasara por delante, ni mucho menos se dejaba llevar en cualquier espacio que no fuera privado. Tras un par de experiencias descuidadas que lo dejaron mal parado en el ojo público, aprendió que la prensa era traicionera, que podían destapar cualquiera de sus encuentros con tan solo chasquear los dedos, y tanto sus representantes como el club le habían advertido que aquello era algo negativo para su imagen.
