Entre tus brazos

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—¿Estás seguro de esto?

—Solo quiero ser tuyo Pedro, en todos los sentidos.

El corazón de Infante latía desbocado con cada palabra que salía de los labios de Negrete ¿Cómo era que estaba ocurriendo todo esto? No lo sabía y tampoco quería averiguarlo, por el momento, su corazón solo deseaba ser de Jorge y aunque podría arrepentirse a la mañana siguiente, nadie podría quitarle el echo de que Negrete lo deseaba con locura, una que el mismo sentía cada que lo miraba.

La cordura de ambos se fue al carajo.

Jorge tomó el cuello del menor y acunó aquel rostro contra su pulgar antes de lanzarse nuevamente en dirección a los labios rosados e incoados de Pedro. Infante jadeó con satisfacción, misma que hizo que Negrete lo empujara contra la pared, aprisionado su cuerpo contra el suyo. Pedro de inmediato pudo sentir la dureza de la entrepierna del mas alto, pero por más que Infante trató de gemir, la lengua de Jorge no daba tregua alguna.

Negrete buscó sus manos, entrelazando sus dedos con los suyos para alzar los brazos de sosteniendo ambas extremidades sobre la cabeza del mas bajo, mordiendo y tirando del labio inferior de Pedro comenzando a frotarse desesperado contra su co-estrella.

—Déjame tenerte Pedro—suplicó—Por favor, solo te pido que todas las noches seas mío, solo mío. No sabes cómo me siento al estar cerca de ti aún sabiendo que no puedo tenerte, que no tendría porque desearte de estar forma.

—Jorge ...esto esta muy mal, no es correcto...—Las palabras le salían atropellándose unas a las otras, mientras un inmenso calor cubría sus mejillas. Nunca, absolutamente nunca Pedro se había sentido de esa forma—Jorge, yo...—Infante gimió, por miedo, por ansias, su cuerpo entero le pedía que le entregara todo.

La nariz del mayor se hundió en el cuello de Pedro, sus manos soltaron las del menor y con rapidez lo tomó por los glúteos, sus dedos se separaron, cogiendo sus nalgas y alzándolo sin mayor esfuerzo, las piernas de Infante por instinto rodearon las caderas de Jorge.

—Jorge, no podemos hacerlo aquí—Cuando Infante pronuncio de nuevo el nombre del mayor, este lo apretó contra su cuerpo, empujándolo contra su dura erección, al parecer deseando aliviarse a sí mismo con esos roces toscos— Alguien podría vernos.

Con desesperación tomó a Pedro de la mano, llevándolo hasta la sala de aquel rancho.

Sin delicadeza alguna lo empujó contra el sofá, dejando que ambas piernas aprisionaran a Pedro, quién lejos de oponer resistencia, solo atinó a tirar de Jorge, atrapando su boca en otro intenso beso, gimiendo de puro gusto cuando ambas bocas se tocaron.

—Eres lo único que he deseado durante toda mi vida.

Pedro inquieto empezó a desprenderse de sus ropas, sin dejar de sentir cómo la vergüenza lo consumía, pues Jorge no dejaba de mirarlo con aquel brillo en los ojos que lo ponían nervioso.

—Eres la gloria hecha persona —susurró Jorge con la voz rasposa mientras se acomodaba entre sus piernas, acarició con delicadeza el muslo de Pedro.

Sin vergüenza alguna, Infante brincó de la sorpresa cuando los dedos de Jorge tuvieron contacto con una zona cerca a su ano. Negrete sonrió de lado al ver cómo el color rojo cubría el rostro de su co-estrella.

—Por favor, Jorge. Por favor—Pedro separó sus piernas para darle acceso libre a su entrada, el contrario relajó sus músculos, sus manos tomaron las rodillas del menor y separó sus piernas un poco más.

Pedro tembló, pero no opuso resistencia, se sostuvo con más fuerza de los cojines una vez que Jorge acarició el interior de sus muslos con sus pulgares, acercándose a la masculinidad del contrario, logrando que dos de sus dedos estuvieran presionando sobre su entrada que ya comenzaba a lubricarse.

Bésame mucho | InfagreteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora