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Jimin terminó aceptando a regañadientes la propuesta de Yoongi, por lo que ahora se encontraba conduciendo hacia el dichoso J.D McFunigans. No podía dejar de preguntarse si realmente se había vuelto loco. ¿Cómo había terminado en esa situación? Llevaba años trabajando con Yoongi, y hasta hace poco, todo había sido estrictamente profesional. Pero ahora, algo se sentía diferente, algo que no podía ignorar. Esa sensación lo tenía confundido y, en cierta manera, nervioso. Miró a sus cachorros por el espejo retrovisor, estaban emocionados, ajenos al torbellino de pensamientos que pasaba por su mente.

Cuando finalmente llegó al estacionamiento, lo vio a lo lejos. Yoongi ya estaba ahí, esperándolos, apoyado casualmente contra su auto. Jimin aparcó y bajó del coche junto a los niños. Caminó hacia Yoongi con pasos firmes, pero en su interior, aún se debatía entre lo que estaba haciendo.

— Ya es tarde, ¿estás actuando como esposo? —bromeó Yoongi en cuanto los vio, su tono ligero, pero con un destello de algo más en sus ojos.

Sin embargo, las palabras de Yoongi quedaron en segundo plano cuando la mirada del alfa se posó en él. Jimin vestía todo de negro, una combinación sencilla, pero que acentuaba perfectamente cada detalle de su figura. El silencio de Yoongi se prolongó por unos segundos más de lo normal, y Jimin se dio cuenta.

— ¿Qué es eso? —preguntó Yoongi, aún sin apartar los ojos.

— ¿Qué cosa? —Jimin respondió distraído, ayudando a Bada a ajustar su chaqueta.

— ¿Vas a una pasarela o qué? —dijo finalmente Yoongi, alzando una ceja, y luego añadió con más seriedad de la que pretendía.— Te ves... espectacular.

Jimin lo miró por el rabillo del ojo, su boca se torció en una sonrisa sarcástica.

— Ay, gracias. —respondió con desdén, aunque una parte de él no pudo evitar sentirse algo aliviado por el cumplido.

Los cachorros saludaron a Yoongi con una mezcla de entusiasmo y timidez, como si no supieran cómo comportarse exactamente en esa situación. Después de todo, no era común que compartieran tiempo juntos de esa manera.

Bada fue la primera en romper el hielo.— La primera regla de improvisar es siempre aceptar la información. Si alguien dice algo, hay que seguirle la corriente. No lo nieguen. —dijo de repente, con la seriedad de quien repite una lección aprendida.

Yoongi sonrió, complacido con la pequeña.— Hecho, suena bien. Eso es bueno. —respondió, siguiéndole la corriente sin problemas.

— En la clase de actuación, si alguien dice "no", todos gritan ¡Muere! —continuó Bada, con entusiasmo.

Yoongi soltó una carcajada.— Entonces que nadie diga "no", por favor. No quiero gritos aquí. —respondió, divertido.

— ¡Hay que calentar antes de entrar! —exclamó Bada, estirando los brazos y moviéndose como si estuviera en plena clase de teatro.

— No, cielo, no tenemos tiempo para eso. —dijo Jimin, tratando de controlar la energía desbordante de su hija.

— Exacto, tenemos que estar listos. —intervino Yoongi, mirando a los niños con una sonrisa cómplice.— ¿Están listos?

Jimin rodó los ojos, claramente irritado por la energía contagiosa de Yoongi y su actitud despreocupada.

— Por supuesto. —respondió Dasom, imitando la actitud segura de su hermana.

— Esa es la actitud, pequeño. —Yoongi sonrió ampliamente mientras guiaba al grupo hacia el interior del establecimiento.

Al entrar, Jimin no pudo evitar reírse del gesto de asco que se formó en el rostro de Yoongi. El lugar estaba lleno de niños corriendo de un lado a otro, gritando y jugando. Era el tipo de sitio que Yoongi definitivamente evitaba.

𝙀𝙨𝙥𝙤𝙨𝙤 𝙙𝙚 𝙢𝙚𝙣𝙩𝙞𝙧𝙖 - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora