Capítulo XI: Con La Ayuda De Kathe

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La lluvia no había cesado en ningún momento, su intensidad no disminuía con el tiempo. Era Domingo y Emilio agradecía haberse quedado en casa ese fin de semana, de lo contrario en ese momento estaría respondiendo las preguntas de Matías acerca de su cita con Alexa.

La noche anterior había sido difícil para Emilio, la sola idea de que la criatura del mar fuera una serpiente enorme, destructiva y caótica, le ponía los pelos de punta. Después de salir del templo no volvió a cruzar palabras con Danna. Probablemente ninguno de los dos tenía idea de que decir, no después de lo que habían oído la noche anterior. Si bien, Danna posiblemente no estaba enterada de lo ocurrido el año pasado, la descripción que mostró Eozeoldo del libro bastaba para preocuparla.

Estaba recostado en el sofá, mirando el techo como si este tuviera algo muy interesante, el estómago le rugía y la cabeza le dolía, llevaba desde la tarde del día anterior sin probar bocado pero sabía que si comía algo no tardaría mucho en vomitarlo. Había estado con esa sensación desde la noche anterior y no sabía muy bien porque, o tal vez si lo sabía.

Suspiró cansado y se levantó del sofá, cogió su chaqueta del perchero y salió de la casa. Lo primero que pensó fue en ir a ver a Kathe, era la única que sabía lo que estaba ocurriendo, o al menos la más cercana a saberlo. Cherry Street quedaba a unas cuantas calles, no tardaría más de diez minutos en estar allí. Desde la noche anterior una idea había estado invadiendo y tomando posesión completa de su cabeza. Estaba seguro que cuando se la contara a Kathe está se opondría rotundamente, pero se sentía con la necesidad de contarle a alguien.

Cómo supuso, en menos de diez minutos ya estaba en Cherry Street,  siempre le había parecido un lugar increíble. Cherry Street era una calle estrecha y pintoresca que parecía sacada de una postal de pueblo. Estaba bordeada por antiguos árboles de cerezo que, en primavera, se llenaban de delicadas flores rosadas, creando un túnel de colores y fragancias. Las aceras de ladrillos rojos estaban flanqueadas por casas de estilo victoriano, con fachadas meticulosamente cuidadas y enrejados ornamentados en las ventanas. Lo que más le gustaba a Emilio, era que a medida que avanzabas por Cherry Street, podías escuchar el suave crujido de las hojas caídas bajo los pies y sentir la calma que solo un vecindario tranquilo como ese podía ofrecer. Era un rincón encantador en medio de una oscura ciudad.

Se paró frente a la casa de Kathe y tocó la puerta, hasta la tercera vez que lo hizo hubo respuesta, la puerta fue abierta por la castaña, que parecía somnolienta.

—¿Emilio? —cuestionó Kathe, con los ojos entrecerrados.

—Hola Kathe —saludó Emilio, sentía una impaciencia abrumadora.

—¿Tienes idea de qué hora es? —cuestionó Kathe, adormilada.

Emilio negó con la cabeza y subió los hombros, la verdad es que no había tenido oportunidad de ver la hora. Kathe suspiró y entró de nuevo en casa, Emilio la siguió dentro hasta la sala. Kathe se paró frente a un reloj de manecillas y lo apuntó.

—Son las ocho de la mañana —reprochó Kathe.

—Disculpa por la hora pero es importante —puntualizó Emilio.

—No será sobre tu cita de ayer, ¿O si? —dijo Kathe con tono mordaz.

—No, claro que no, ojalá fuera eso —respondió Emilio.

Kathe lo miró con preocupación y lo invitó a tomar asiento.

—Dame cinco minutos, iré a cambiarme —dijo Kathe y subió por las escaleras. Emilio no se había percatado de que la chica estaba en pijama, seguramente por la urgencia.

Miró la sala de estar, estaba mucho más grande, limpia y arreglada que la de el. Emilio observó las fotografías sobre la chimenea y hasta entonces se preguntó si los padres de Kathe estarían en casa. Regresó su atención a las fotografías y las miró con detenimiento, la mayoría eran de la castaña pequeña o de toda la familia.

En Un Mundo Sombrío: El Mar De Los AhogadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora