En Un Mundo Sombrío: El Mar De Los Ahogados

Capítulo XXII: La Destrucción De Black City

El cielo estaba teñido de un negro opresivo mientras la tormenta se desataba con toda su furia sobre Black City. Los vientos aullaban y las olas rompían contra lo que restaba del muelle con una fuerza descomunal. Los habitantes se resguardaban en sus casas, esperando que la tormenta pasara sin causar demasiados estragos. Sin embargo, esa noche, el verdadero terror no vendría del cielo, sino del mar.

En la oscuridad, una sombra colosal se movió entre los árboles del bosque conjunto al mar. Una criatura marina gigantesca, con tentáculos como árboles y ojos que brillaban con una malevolencia abisal, se arrastraba hacia el centro del pueblo. Con cada movimiento, las olas se levantaban como montañas, y el suelo temblaba bajo su inmenso peso.

Con un rugido ensordecedor, uno de sus apéndices se lanzó hacia una cabaña de pescadores y la hizo añicos de un solo golpe. Los escombros volaron en todas direcciones, y el sonido de la madera rompiéndose se mezcló con los gritos de los aterrorizados habitantes que huían despavoridos.

En cuestión de minutos, la criatura había llegado al borde del pueblo. Uno de sus tentáculos se enroscó en un faro cercano y lo arrancó de su base, arrojándolo contra una hilera de casas. La estructura de metal y vidrio se estrelló con una explosión de chispas y llamas, iluminando la escena de destrucción con un brillo siniestro.

Mientras tanto, la bestia continuaba su avance imparable. Con cada paso, sus tentáculos arrancaban árboles y postes de luz, lanzándolos como proyectiles a través de las calles. Un tentáculo se estrelló contra la capilla del pueblo, haciendo que las antiguas campanas cayeran al suelo con un estruendo. La criatura soltó un rugido de satisfacción mientras su sombra se extendía sobre las ruinas.

Los habitantes corrían buscando refugio, pero no había lugar seguro. Las sirenas de emergencia sonaban, pero sus aullidos eran ahogados por el rugido de la tormenta y los gritos de pánico. Algunos valientes intentaban combatir a la criatura con lo poco que tenían, pero sus esfuerzos eran inútiles ante la inmensidad y la furia de la bestia.

En el centro del pueblo, el alcalde intentaba organizar una evacuación, pero el caos era absoluto. La criatura lanzó un coche de policía a través de la plaza, haciendo que explotara en una bola de fuego. Las llamas comenzaron a propagarse a los edificios cercanos, aumentando la confusión y el terror.

A medida que la destrucción continuaba, la criatura se volvió más violenta. Sus tentáculos destrozaban todo a su paso, y su rugido resonaba como un trueno constante. En medio del caos, Emilio, Eozeoldo, Rosio y George, corrían entre los escombros, tratando de encontrar un lugar seguro para las demás personas. Sabían que debían sacar a la criatura del pueblo antes de que todo quedara reducido a escombros.

La tormenta seguía rugiendo, pero en comparación con la furia de la criatura marina, sus vientos y lluvias parecían un susurro. El pueblo de Black City, que llevaba más de un año tranquilo y próspero, se veía reducido a ruinas ante los ojos de sus habitantes. Mientras la criatura continuaba su destrucción implacable, quedaba claro que esa noche dejaría una cicatriz imborrable en la historia de aquel pequeño rincón del mundo.

Matías y Kathe continuaban con su ardua tarea de quitar rocas de la entrada para poder salir, pero cada vez se volvía más complicado.
La marea les llegaba hasta el pecho y ninguno de los dos podía mantenerse firme, puesto que está los movía con ferocidad.

—Es inútil, nada está funcionando —admitió Matías, dejando de intentar.

Kathe lo miró con desilusión, sabiendo que tenía razón. Nada podría salvarlos de esa.
Matías intentó tomar asiento en una roca pero está se hundió y este cayó en el agua.
La castaña sonrió levemente.

Matías nadó hasta la poca superficie que quedaba y tosió.

—Para empeorar todo, el agua está muy fría —admitió Matías. Frotándose los empapados brazos.