"¿Estás bien?" preguntó Snow a Regina en la mesa del comedor una mañana durante el desayuno. Regina sostenía su taza de té con la mirada perdida, sin fijarse en nada en particular, recorriendo con su dedo el lado liso de la taza de cerámica.
"¿A qué te refieres? preguntó Regina en cuanto salió de su ensoñación. Emma y ella habían pasado unos días tan perfectos. La rubia le había mostrado nuevos lugares, le había hecho sentir cosas nuevas, y sobre todo, le había dado esperanza, algo que le hacía falta desde hacía mucho tiempo. Estaba de más, decir que Regina flotaba en las nubes los últimos dos días y dio la casualidad de que Snow iba a ser su señal de alarma.
"Llevas diez minutos mirando a la pared. No has comido nada". señaló la avena sin tocar de Regina. La papilla se puso marrón y se veía desagradable en su tazón blanco. El rostro de la morena se torció de asco mientras lo miraba.
"Estoy bien." Respondió enérgicamente, no queriendo que la niña arruinara el maravilloso estado de ánimo en el que se encontraba. La única razón por la que ahora estaba sentada a la mesa con ella, era porque Emma había ido a practicar espada con su padre, el Rey Michael. Al parecer, era algo se les daba muy bien, una especie de actividad entre padre e hija. Debido a todos los caprichos de los que el rey había disfrutado durante su mimada vida, Emma podía derrotarlo con tan solo unos cuantos golpes, pero se contenía porque a su padre parecía gustarle mucho competir con ella.
"Pareces contenta". La ahora preadolescente ladeó la cabeza. Regina había sido su madrastra durante algún tiempo, y aunque aún sonaba como la mujer fría y calculadora que había llegado a conocer, una nueva expresión se extendía por su rostro. De alguna manera parecía más relajada.
"Soy feliz", afirmó la reina en voz baja mientras volvía a soñar despierta. El día anterior, Emma y ella habían ido a montar a caballo. Ambas demostraron su agilidad, compitiendo en todo: a qué velocidad, a qué altura, durante cuánto tiempo.
«Regina, no estés celosa. Simplemente soy mejor jinete que tú. Supongo que es algo natural en mi», comentó Emma mientras sonreía y daba vueltas en su caballo alrededor de Regina y su caballo inmóvil.
«No eres nada de eso. Deja de decir mentiras. Sé que conjuraste ese pozo de barro. Pude ver tu destello azul en él». Argumentó Regina juguetonamente. Agitó la mano y en un segundo apareció en el caballo de Emma, frente a ella. Se sentó entre sus piernas abiertas y tomó las riendas que se le habían caído. «Ahora te enseñaré cómo se hace de verdad». La princesa rodeó la delgada cintura de Regina con sus brazos y respiró el aroma floral del perfume que emanaba de la otra mujer.
El viento soplaba suavemente entre sus cabellos. Regina, que estaba demasiado distraída dirigiendo al caballo y sintiendo el cuerpo de Emma tan cómodamente envuelto alrededor del suyo, no reparó en su melena, que soplaba con el viento y le caía en la cara. La rubia agitó la mano y un lirio blanco apareció detrás de su oreja, sujetándole los mechones sueltos. Regina sonrió cuando sintió un suave besó en la mejilla.
"¿Me dirás qué te ha hecho tan feliz?". preguntó Snow sin dejar de comer.
"No puedo", dijo Regina, con la mente todavía en un lugar lejano. Su voz parecía responder automáticamente, como si no estuviera en sintonía con su cerebro.
"Prometo no contarlo", suplicó Snow, empezando a frustrarse con Regina por alargar esto tanto tiempo. Siempre había sido una niña curiosa, y como bien sabía la morena, eso la había metido en problemas más de una vez en el pasado.
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The Lost Princess
ФанфикRegina está atrapada en un matrimonio sin amor y su corazón aún llora la muerte del hombre que ella amaba. Cuando Emma, la princesa perdida, llega a su castillo, Regina descubre que es posible que todo el tiempo en el que ella había estado viviend...