Parte 2

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Cuando Satoru dirige la mirada de vuelta hacia abajo, Mao demuestra dificultades para limpiar el desastre que ella misma se encargó de desencadenar. Los rastros se resbalan por su mentón, e instintivamente busca limpiarlos con las manos. Sin querer, voltea hacia arriba en el proceso, conectando miradas con Satoru, quien es incapaz de controlar el impulso de llevar las manos a su rostro y separar su mandíbula por la fuerza. Los pulgares se encargan de recorrer los molares para forzarla a exponer el interior de su boca junto con los movimientos de su lengua, que, desesperada, busca empujar los dígitos fuera.
No puede morderlo. Mao no puede morderlo porque es fuerza bruta lo que la obliga a exponer la lengua, dientes y úvula.
—Hay espacio —Satoru suelta de repente, desviando uno de sus pulgares al centro de la lengua—. Si practicas lo suficiente, podría llegar hasta acá.
Empuja el dígito hacia delante, raspando su lengua, topando directamente con su úvula y rascando cruelmente su garganta. Mao sufre una arcada que aguada sus ojos mientras sus dedos estrujan las muñecas de Satoru. Está parpadeando sin pensar, deshaciéndose de las pequeñas lágrimas asomándose por los bordes de sus ojos.
Mientras Satoru inspecciona la cavidad de Mao con absoluta maldad, algo le pone los hombros tensos y lo obliga a ver a otra dirección. Los rastros de energía maldita de Suguru están acumulados en la maldición que se dirige hacia él con rapidez. Antes de que pueda procesar si es prudente considerarla amenaza o no, su técnica inversa desaparece los síntomas provocados por el alcohol, lo que le da la lucidez suficiente para eliminar la maldición con un ritual.
Debajo de él, delante de su pelvis, Mao se levanta, sosteniéndose de la pared al tener ambas rodillas tensas por el tiempo que duró en la misma posición. Se ve molesta, roja, y apresurada por algo que no tiene que ver mucho con la forma en la que Satoru inspeccionó su boca.

—No haré esa estupidez de nuevo —Escupe. Intercala la mirada entre la oscuridad y la salida del callejón—. Mis rodillas me están matando-
Satoru une los hilos y mira entre sus cuerpos: tiene los pantalones desacomodados todavía, y su erección parece haber recobrado la misma rigidez de hace unos instantes.
Nunca lo había puesto a prueba, pero ahora sabe y reconoce que la técnica inversa sirve para ámbitos ajenos al combate. Esto puede serle útil.
—Entonces puedes ayudarme de otra forma
Mao le muestra el dedo medio, ni siquiera volteándolo a ver. Satoru, 100% consciente ahora, invade el perímetro visual de Mao con su cara.
—¿Ah? ¿Adónde fue el entusiasmo de hace un momento? —Extiende la mano, limpiando parte de los restos blancos que han quedado en la piel de Mao—. Te recuerdo que tú causaste esto. — Muestra sus dedos.
Es el descarado énfasis de Satoru lo que desaparece el titubeo de Mao. Busca escaparse del concurrido espacio, yendo hacia la parte iluminada que sabe que conecta con más caminos. Satoru no se lo permite, acortando la distancia una vez que pega su pecho contra su espalda, afianzando un brazo alrededor de su cintura y colocando la mano restante alrededor de su cuello. Mao se maldice internamente al reconocer de forma inconsciente que se encuentra en una posición vulnerable y es mejor no tentar demasiado los límites.
Satoru no acostumbra a tocar su cuello, cosa que lo vuelve más preocupante. Mao se siente como un animal encadenado, siendo la única diferencia que ella no representa un peligro real; es la maldita cadena que la sostiene y mantiene en su puesto: fría, firme, y sobre todo responsable de la condena de un sinfín de maldiciones y usuarios malditos por igual.
—¿Por qué quieres irte, Mao? —la voz escapa burlona. Por poco lo escucha reír—. ¿Dije algo que no debía? ¿O ya no es igual de emocionante ahora que estoy sobrio?

Mao muestra los dientes y traga saliva con dificultad. El nivel de consciencia que ha adquirido sobre sus actos es descomunal una vez que comprende el nuevo estado de Satoru. ¿Qué puede decir? ¿Cómo se justificará? Ni siquiera puede hablar porque es inútil. En medio de su pánico no procesa que Satoru presiona los costados de su cuello, disminuyendo el suministro de sangre a su cabeza.
—¿Te da miedo lo que haré de vuelta?
Mao inhala tan deprisa que expresa su sorpresa a gritos. Satoru contiene su sobresalto con su propio cuerpo, arrastrándola de vuelta a la oscuridad. El roce accidental que crea contra su erección lo hace suspirar contra Mao, quien aún busca zafarse. La sensación de euforia es reemplazada por derrota, vulnerabilidad. Sus ideas se descolocan de peor forma conforme Satoru interfiere con el flujo de sangre a su cabeza, haciéndola rodar los ojos.
Satoru suelta a Mao al hacerla pegar la mejilla contra la pared, recorriendo con intenciones egoístas su cintura, caderas, muslos. Mao respira agitado contra la fría superficie, temblando con el toque de esas grandes manos. Sus alarmas están más activadas que nunca, pero algo no le permite escapar por voluntad de esta situación. Quizás es lo mucho que Satoru impone una vez que demuestra que, detrás de esa actitud despreocupada e infantil, es mortífero; también puede ser la humillación de Mao al volverse víctima de sus propias provocaciones.
El cinturón manteniendo sus pantalones en su lugar es despojado, y pronto los botones son deshechos, uno a uno, con una lentitud que eriza su piel. Con manos temblorosas, los mantiene arriba, pero es el fuerte tirón de Satoru lo que le refresca la memoria de quién cuenta con mayor ventaja. Es expuesta de la cintura hacia abajo sin mucha dificultad.
—No creo que necesites que te prepare —Satoru habla de nuevo, escuchándose impaciente—. Veo que reaccionas bastante bien cuando haces justo lo que quieres —Arrastra los dedos por sus bragas, tan húmedas que Satoru, al alejarlos, observa un delgado hilo estirándose—. Estabas lista desde que me viste así, ¿cierto?
—¿No puedes callarte un solo segundo?-
—Comparto mis conclusiones, nada más —Acerca los labios a la oreja de Mao, mientras tanto separando sus glúteos con una mano, acercando peligrosamente su pulgar a la entrada—. No deberías molestarte. Después de todo, esto buscabas ¿no?

I wanna be yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora