Exclusividad

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—Es molesto.
Se repite la pausa.
Mao busca las mejores palabras para responder a lo dicho por Satoru, pues duda que este continúe hablando si no cuenta con buenos motivos para hacerlo. Es un infierno sentir que está caminando sobre una cuerda de la que fácilmente puede caer.

Así como Satoru cuenta con repentina disposición, la pierde. Lo ha hecho tantas veces y bajo diferentes contextos que Mao lo reconoce. No ha compartido el mismo tiempo que Suguru a su lado, pero sí el suficiente para confirmar los patrones. Que, por cierto, resultan molestos.
—Quizás piensas que quiero molestarte en este momento —introduce Mao, mirando sus manos como si se tratara del mejor programa de televisión que ha visto—, pero no es así. De verdad no recuerdo nada de lo que dije...
Satoru vuelve a mostrar una micro expresión, cosa que va aumentando su pulso poco a poco. Es aterrador exponerse así delante de él. No sabe en qué está pensando.
—Pero, incluso si no quieres decírmelo, lo más probable es que fuera verdad. —concluye.
Mao no tiene ni una pizca de memoria a su favor. Confiará en su instinto y en la gran lista de cosas que tiene en la cabeza que pudo haberle compartido. Puede terminar de manera fatal, positiva, o hasta quedar como una piedra insignificante en el camino. Eso no disminuye el peso que tiene encima: la respuesta de Satoru, las acciones que puede llevar a cabo. Vamos. Acostumbrarse a una repentina separación no viene incluido en sus planes.
De verdad espera resolver esto.
Mientras tanto, Satoru es otro dilema. Mao está confundida, incluso más que él; de verdad, de verdad que no quiere indagar en la verdadera razón. Involucrar algo tan exiliado de su vida como las emociones/sentimientos sólo le traerá problemas innecesarios, por no decir pérdidas.
Aun cuando en su infancia estuvo rodeado de sirvientes, personas de su clan, y externos, Satoru ha estado solo. Claro, puede formar una amistad, relaciones casuales, pero algo más que eso...
Satoru vuelve a colocar la expresión de siempre y se levanta. Agarra la manta que le quitó a Mao y se la lanza en la cabeza, exclamando:
—Entonces realmente estás obsesionada conmigo

Lo dice como broma, fingiendo un disgusto —que se le dificulta sentir— a las supuestas cosas que Mao pudo haber admitido. Mao toma la manta con fuerza y la lanza a un costado, actuando igual de rápido que él.
—Gojo-
Si las palabras de Mao están retumbando en su cabeza, no lo demuestra. Lo esconde tan bien que las emociones de Mao pasan a ser otra cosa: vergüenza, incredulidad, y una repentina necesidad de negarlo todo. Mas Satoru está convencido de la información, y el hecho de que segundos antes Mao hubiese dicho esas palabras, terminó cavando su tumba. La cara se le pinta de rojo y lo primero que busca es tomarlo de la muñeca, la ropa, o lo que sea que se le cruce y pueda sostener.
Satoru no se ha movido de su posición aún, pero Mao siente que se le escapará en cualquier momento. Quizás se ha frenado porque lo llamó, o porque quiere ver cómo intentará arreglar el ridículo que está haciendo.
—Yo no... no...
Mira a Satoru con una aparente desesperación. Satoru ladea la cabeza desde arriba, esperando que continúe. Mao tiene la lengua tan enredada que le es imposible, y su agarre tiembla. Satoru lo siente.
No quiere que sus emociones alcancen el punto de quiebre, ese que le presiona la garganta y hace que sus ojos, de repente, brillen más. Sin embargo, en estas condiciones: el cuerpo adolorido, falta de sueño, noticias repentinas, y una vulnerabilidad increíble, Mao no cree resistir.
¿Satoru es capaz de verlo? Porque por alguna razón le revuelve el cabello, distrayéndola momentáneamente de la tormenta mental a punto de desatarse. La hace sentir reconfortada, aunque sea un poco, a pesar de que son unas cuantas migajas lo que recibe.
—Sabes que cualquier cosa que quieras no es posible, Mao.
Los labios se le fruncen. El cúmulo empeora, su agarre aumenta de fuerza a niveles imposibles, pintando sus dedos de una tonalidad pálida. Está a punto de mandar su horrible orgullo por la

ventana otra vez, como si las anteriores no hubiesen bastado. Satoru logra detenerla hablando nuevamente.
—Sólo te puedo dar unos cuantos privilegios, si eso es lo que estás dispuesta a aceptar.
No puede disimular la esperanza en su expresión, la completa disposición que tiene a aceptar cualquier cosa que Satoru le proponga. Le desinteresa tener el corazón a flor de piel. Sólo quiere saber si hay posibilidad de que Satoru no se aleje ni hoy, ni pronto.
—¿Puedes decirme a qué te refieres?
Si su pregunta escapa con rapidez y un tono golpeado, Satoru no lo menciona. Aunque Mao no lo exprese, está agradecida de que Satoru, por lo pronto, se ha ahorrado sus comentarios sarcásticos.
—Hacer lo mismo de siempre —le responde—; la diferencia es que te daría exclusividad.
La última palabra parece llamar la atención de Mao. Es la primera vez que definen un poco más lo que... sea que han estado haciendo. No tiene punto de comparación a una relación formal —y resulta bastante surrealista con la dinámica existente entre los dos—, pero le basta. Comprende que con este acuerdo mutuo están, de cierta manera, comprometidos a frecuentarse algunas veces por semana o mes.
—Puedo ver que te agrada la idea
Mao se avergüenza una vez que lo escucha reírse. Al fin suelta a Satoru de donde lo sostenía y chasquea la lengua, enrojeciendo.
—¿Por qué nunca te callas?

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2023 ⏰

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