10. ¿QUÉ COÑO ESTOY HACIENDO?

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IRIS


Llevo todo el día arrepintiéndome de lo que le dije a Beck después de la clasificación. Hasta la comida me sentó mal. Tampoco ha ayudado a que haya desaparecido del mapa mientras nosotros seguimos deambulando por el paddock.

Parte de la culpa la tiene el padre de Nate, Jack, que no cesa en hablar con unos y otros y de arrastrar a Michael en el camino. Hace un par de minutos se han encontrado con el jefe de Beck y han prometido cenar esta misma noche.

—Ni de coña, Mai, yo no he venido preparada. Id vosotros.

—Beck y Nate también vendrán, además, tú no tienes la necesidad de buscar una ropa que te favorezca, ya eres preciosa con cualquier trapo.

—¿Gracias?

Mi madre siempre me repite que soy la niña más guapa del mundo, pero a ver, es mi madre.

—Entonces, ¿te animas?

—Dudo que sea una buena compañía esta noche, estoy cansada y...

—Venga ya, mi hijo me ha dicho exactamente lo mismo.

—¿Y a él se lo has permitido?

—Tiene que cenar. ¿Qué más da si lo hace solo o en compañía? Te repito que será divertido.

—Una reunión formal no es divertido de ninguna de las maneras, Mai.

—Pero me haréis compañía. Podré hablar con el resto de las chicas de las maravillosas personas en las que os habéis convertido. No me hagas quedar mal, Beck no me pondrá la tarea sencilla, eres la única de la familia que puede ceñirse a esa categoría.

Punto positivo para ella, me acaba de sacar una sonrisa y me ha medio convencido.

—¿Será cerca del hotel?

—A unos metros. Te podrás ir en cualquier momento y, si no te apetece caminar, Núñez estará a tu servicio.

—¿Sabes que quiero el puesto de Núñez?

Mai, una mujer que nunca pierde su postura, que su espalda está tan recta como la de un tenedor, se queda tan pasmada con mi comentario que hasta me entra la risa.

—Esta conversación la dejamos para otro momento. Iré a... ¿Peinarme?

No tengo un máster en cenas pijas. La ropa que me he traído en la maleta es simple. Pantalones flojos, camisetas que no den mucho calor y colores simples tales como el blanco, el negro y una camiseta roja para tocarle las narices a Beck mañana en la carrera.

Según las películas de Hollywood, la peña se prepara como si de una boda se tratase cuando tienen que cerrar algún trato importante y, por la mirada de Michael que no cesa en moverse hacia todos los lugares, creo que estamos dentro de ese contexto.

Dejo el lujoso hall del hotel donde nos hemos alojado y me dirijo de inmediato hacia los ascensores. En cuanto salgo por las puertas en dirección a mi habitación, marco el número de mi madre.

—¿Qué me pongo para una cena pija si solo tengo disponible dos blusas del Primark?

—¡Iris! ¿Dónde estás?

Pongo al día a mi madre en un momento. Con dos frases ya está enterada del embrollo en el que me he metido. O mejor dicho, me ha metido Mai.

—Te juro que esta mujer tiene la capacidad de enredar a una línea recta.

La risa floja inunda la línea telefónica.

—Te echo tanto de menos, pequeña.

—Y yo a ti, mami.

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